Mientras una cuadrilla de hombres trabajaba en mi calle, me pintó la nostalgia que imagino compartida por otros que también hace mucho viven en Monte.
El recuerdo por tantas calles de arena y piedritas que transitábamos caminando para ir a la escuela. Las que se helaban en invierno y ardían en verano.
Esas calles que nos hicieron conocer la ciudad (el pueblo le decíamos), las que recorríamos para hacer mandados o, ya de adolescentes, en frías noches y no menos frías madrugadas, para ir al boliche.
Esas mismas que fueron testigos de nuestro paso a la adultez, de nuestro tránsito por nuestro crecimiento personal, por formar nuestras familias, por vernos ir y venir. Mudas, silenciosas.
Esas mismas calles que se engalanaron cada Fiesta de la Primavera y cada Carnaval, orgullosas de las carrozas que transitaban en ellas. Esas que se fueron volviendo adultas de a poco y las asfaltaron también. Esas calles que se adaptaron (tal vez se resignaron) a las líneas de cruce de peatón, los «lomos de burro», los badenes, los cordones amarillos.
Cuando éramos pequeños podíamos andar solos por las calles. Hacíamos los mandados. Íbamos a los almacenes del barrio, ya que no había supermercados; apenas uno o dos, como el de Ferreti en pleno centro (donde hoy está Vía Appia y Revoque), El Alero (frente a la Cooperativa Obrera de calle Majluf) y no mucho más.
Las calles eran casi en su mayoría de tierra. Cuando comenzaron a asfaltar, fue en el centro. La Faro Recalada fue una de las primeras y también la Valle Encantado. En ese entonces se mantenía la calle original en sus niveles, sus subidas y bajadas. Pensemos que ya estaban habitadas.
Y el sector céntrico se vistió de gala, los negocios cambiaron su aspecto, las vidrieras se modernizaron, los frentes se pintaron, se pusieron bancos en las veredas y el centro tuvo otra alegría, otra presencia, como si le hubieran pintado una sonrisa.
Y así lo que llamamos “progreso”, de a poquito se fue metiendo en nuestra autóctona ciudad. El crecimiento estuvo acompañado de galerías nuevas, locales nuevos, ¡hasta una escalera mecánica! en el clásico boliche de Carrera.
Se hizo el Centro de Convenciones, que era un edificio moderno e imponente. Y llegó el gas natural para quedarse, el agua corriente, las cloacas. Ya éramos una ciudad adulta.
Sin embargo, aún recordamos jugar al elástico o a la rayuela en nuestras calles. El picadito de todos los días de los varones, las carreras de embolsados en alguna celebración. Las recordamos intransitables cuando llovía, un charco al lado del otro y nosotros “sin darnos cuenta” llegábamos embarrados a casa.
En fin ¡ahora nuestras calles son adultas! Tan adultas, que algunas hasta estacionamiento medido y pago tienen.
Postdata
Ya que estamos, te cuento que a partir de este jueves 9 cambiará la circulación en la calle Patagonia, desde Costanera hasta Av. San Martín, que será únicamente de sur a norte.
Además, el tramo de la Av. Nélida Fossatty, entre Antonio Costa y Av. Majluf, correrá de oeste a este, y la cuadra de la calle Dorrego, entre las avenidas Fossatty y Bahía Blanca, también se transforma en sentido sur-norte.