El primer libro que compré con mi propio dinero cuando era pequeño (tenía 9 o 10 años) fue La Odisea, el clasiquísimo relato de Homero donde cuenta sobre el periplo de Ulises una vez finalizada la guerra de Troya. En esa obra, la descripción de una diosa cautivó fantásticamente mi atención: su nombre era Eos, la de los dedos rosados, hija de la mañana.
Desde que tengo memoria, el amanecer me parece un momento muy mágico del día. Al hacerme más grande, he tenido la gracia de apreciar amaneceres en distintos puntos geográficos: llanuras, montañas, mares, lagos, campo, ciudad. En cada lugar, la salida del sol tiene su característica que la hace única. De todos ellos, el amanecer en el mar se lleva todos los galardones.
Años atrás, residiendo en la ciudad de La Plata, al menos una vez al mes escapaba al mar con amigos en busca de olas para surfear. En cada viaje, ver el amanecer era una prioridad impostergable. Luego, una meditación, unos mates y a surfear. De a poco iba consiguiendo adeptos que acompañaran ese momento cargado de energía positiva.
Al venirme a vivir a Monte Hermoso y tener el mar a dos cuadras, ese espectáculo comenzó a ser un espacio terapéutico diario. Todos los días, con termo y mate en mano, caminaba esas dos cuadras con el cielo clareando hasta la playa. Escuchar el sonido de las olas, las aves, el agua caliente del termo mojando la yerba, el sabor único de un buen mate amargo… Todo lo hacía el momento más romántico, compartido conmigo mismo.
Hasta que un día había olas muy buenas para surfear al amanecer. Toda esa ceremonia del mate se hizo más rápida y más temprana. Cinco minutos antes de que asome el sol por el horizonte, ya me encontraba en el agua con tabla y remo. Toda esa magia se multiplicó, convirtiéndose en una experiencia única e inigualable. Eso que los atardeceres en el mar también son mágicos.
Después de un año dando clases y viviendo cerca del mar, cité a mis jóvenes alumnos para compartir esta experiencia: ver el amanecer desde el mar y surfeando. Las familias, para cerciorarse sobre la factibilidad de estar a las 5:30 en la playa para surfear, preguntaron la noche anterior si realmente ese era el horario. La respuesta fue sí.
Y tal como reza la conocida frase: “La felicidad sólo es real cuando es compartida”, decidí incorporar un horario de clase/travesía para experimentar ver salir el sol desde el mar. Sentía que un espectáculo tan maravilloso tenía que ser vivido por más personas amantes del mar y de la naturaleza.
De un pequeño grupo de jóvenes entre trece y quince años, comenzaron a llegar personas de distintas edades, de distintos orígenes y con diferentes trayectorias en relación a los deportes de tabla, todas ellas fascinadas con la idea de vivir esa experiencia.
El trabajo realizado para hacer promoción y publicidad incluyó imágenes y videos recolectados en cada encuentro. Buscando el detalle justo, la estrategia comunicacional planificada se enfocó en sembrar una semilla que prendiera en los deseos de las personas que eligen Monte Hermoso para veranear, y también de quienes tienen acceso cercano a nuestra playa.
Los grupos han sido dinámicos y variados. Pasamos de ser tres personas a ocho en algunas ocasiones; en otras, éramos cinco; y en otras, hasta once. Tal fue el alcance de la propuesta que, a las 5:30 am, al Parador La Escuela semanalmente viajan supistas de Coronel Dorrego, Bahía Blanca, Punta Alta y El Perdido, sólo para vivir un amanecer en el mar.
Una vez más, pasados los años, las temporadas, los cursos, las formaciones y las iniciativas, cabe la posibilidad de confirmar que lo que se hace con agradecimiento, amor, pasión, felicidad y entrega, el universo transmite esa vibración, y llegan las personas que sintonizan esa frecuencia. Es por eso que cada amanecer dentro del mar y arriba de una tabla sigue siendo una experiencia innovadora de Parador La Escuela, llevada a cabo por profesionales capacitados y experimentados.
Para quienes aún continúan con deseos e intriga de esa sensación, Parador La Escuela sigue generando condiciones de acceso para que personas de todas las edades experimenten un amanecer distinto. Sintiendo toda la fuerza y energía del mar, sumado a la potencialidad y fantástico espectáculo del sol cuando se asoma por el horizonte en el mar dando inicio a un nuevo día, en la mejor escuela del mundo las puertas están abiertas y las tablas listas para acompañar y compartir este regalo de la naturaleza, todo el año.