La impresionante obra del misionero argentino Pedro Opeka en Madagascar inspira una réplica en nuestro país

Pedro Opeka

El padre Pedro Opeka, el sacerdote argentino a quien comparan con la Madre Teresa de Calcuta por su admirable labor misionera entre los más pobres, es una figura que trasciende fronteras, no solo por su labor pastoral y misionera, sino por su compromiso con la dignidad humana y su capacidad de transformar la adversidad en esperanza

Nacido en Buenos Aires en 1948, este hijo de inmigrantes eslovenos decidió dedicar su vida a los más necesitados en Madagascar, en una de las regiones más empobrecidas del planeta.

Antes de embarcarse en su misión en África, el entonces joven Pedro trabajó junto a su padre como albañil, oficio que le permitió desarrollar habilidades que más tarde serían fundamentales en su labor misionera. A los 18 años, ingresó al seminario de la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl en San Miguel, provincia de Buenos Aires. Su formación lo llevó a estudiar filosofía en Eslovenia y teología en Francia, experiencias que enriquecieron su perspectiva y fortalecieron su vocación.

En 1989, fundó Akamasoa (que significa «Buenos amigos» en malgache), un proyecto comunitario que nació con el propósito de rescatar a las familias que vivían en un basural cercano a la capital del país, Antananarivo. Con fe, trabajo arduo y un enfoque basado en la dignidad de las personas, el proyecto ha crecido hasta convertirse en una comunidad que alberga a más de 25.000 integrantes.

Transformar desde la raíz

El impacto de Akamasoa no se limita al alivio inmediato de la pobreza. La visión del padre Pedro siempre fue más allá: construir viviendas dignas, escuelas, centros de salud y espacios donde las familias pudieran desarrollarse plenamente. Más de 500.000 personas han pasado por el proyecto, encontrando no solo refugio, sino también oportunidades de educación y empleo.

«Para vencer la pobreza no basta con dar comida o techo. Hay que devolver la dignidad perdida y enseñar a las personas a creer en sí mismas», asegura Opeka, quien combina un profundo compromiso espiritual con una mirada práctica y humana hacia la lucha contra la exclusión.

Un aspecto crucial de su enfoque ha sido fomentar el trabajo dentro de la comunidad para que cada familia pueda autoabastecerse, desterrando cualquier posibilidad de asistencialismo. Akamasoa cuenta con talleres de carpintería, albañilería y textiles donde los habitantes pueden aprender un oficio y generar ingresos para sus familias. Además, la construcción de más de 4.000 viviendas dignas ha transformado la vida cotidiana de miles de personas, devolviéndoles la confianza y el orgullo de pertenecer a una comunidad unida.

El proyecto también ha priorizado la educación como pilar fundamental para el desarrollo. Actualmente, más de 14.000 niños y jóvenes asisten a las escuelas de Akamasoa, donde reciben una formación que no solo se enfoca en los conocimientos básicos, sino también en valores como la solidaridad y el respeto. “La educación es la clave para romper el círculo de la pobreza. Les enseñamos que ellos son el futuro de Madagascar”, suele remarcar Opeka.

Reconocimientos y humildad

La obra del padre Pedro ha sido reconocida en todo el mundo. En 2021, el primer ministro de Eslovenia, Janez Janša, lo nominó al Premio Nobel de la Paz, destacando su dedicación a «ayudar a las personas que viven en condiciones de vida espantosas». Sin embargo, el sacerdote argentino nunca se deja llevar por los elogios. Su enfoque sigue siendo estar junto a los más vulnerables, trabajando codo a codo en el terreno.

Entre otros reconocimientos, Opeka ha recibido la Legión de Honor en Francia y varios premios humanitarios internacionales, que han subrayado la importancia de su misión en un contexto global. Aunque acepta estas distinciones con gratitud, siempre las atribuye al esfuerzo colectivo de las personas de Akamasoa: “Estos premios no son para mí, sino para la gente que ha luchado junto a mí para construir una vida digna”.

A pesar de la visibilidad internacional de su trabajo, Opeka mantiene un estilo de vida austero, reflejando los valores que predica. Prefiere pasar su tiempo en el terreno, construyendo, enseñando y acompañando a las familias que forman parte de la comunidad. “El verdadero éxito no está en los premios, sino en las sonrisas de los niños que ahora tienen un futuro”, afirma con humildad.

Su capacidad de combinar acción directa con una denuncia constante de la pobreza estructural ha hecho de su voz una referencia en foros globales sobre desarrollo humano. Sin embargo, Opeka insiste en que la solución no está en los discursos, sino en la acción concreta: “Los gobiernos y las sociedades deben reconocer que la pobreza extrema no es inevitable. Es una herida que podemos sanar si trabajamos juntos”.

Inspiración para el mundo

La obra de Pedro Opeka no solo ha transformado vidas en Madagascar, sino que también ha inspirado a muchas personas y organizaciones en diferentes partes del mundo a reflexionar sobre la pobreza y la desigualdad.

En diciembre de 2023, durante una visita a Madrid, el padre Pedro Opeka participó en un congreso de la Fundación Lo Que De Verdad Importa (LQDVI), donde se reunió con más de 6.000 jóvenes para trasladarles la importancia de no apartar la mirada hacia los más necesitados en el mundo. “Creo que los jóvenes se ocupan y les preocupa lo que ocurre en esta tierra, son sensibles al desarrollo de la justicia y la paz. Sin embargo, en cierto modo, la sociedad de consumo les está adormeciendo y por ello hay que despertarles”, destacó el sacerdote.

Además, Opeka reflexiona sobre cómo la tecnología ha cambiado las relaciones humanas, haciendo que muchas veces sean menos auténticas y que vivamos aislados en el individualismo y el consumismo, donde las necesidades humanas de quienes nos rodean resultan ajenas.

En su libro Rebelarse por amor, advierte: «La tecnología no puede reemplazar la calidez de un encuentro cara a cara, una palabra de consuelo o un gesto de solidaridad. Si permitimos que nuestras interacciones se deshumanicen, estamos perdiendo una parte esencial de lo que significa ser humanos».

Replicando el legado en Argentina: Gastón Vigo Gasparotti

El impacto de la vida y de la obra del padre Pedro Opeka ha trascendido ampliamente las fronteras de Madagascar, y ha llegado a la Argentina, donde su legado ha encontrado un eco poderoso en la figura de Gastón Vigo Gasparotti, un discípulo y colaborador que ha asumido el desafío de replicar la obra de Akamasoa en el país. Inspirado por el modelo de desarrollo comunitario basado en la dignidad y el trabajo, Vigo Gasparotti ha impulsado iniciativas para mejorar la vida de familias en situación de pobreza extrema.

Gastón conoció la obra de Opeka en 2005, durante una visita a Madagascar que transformó su vida. Desde entonces, ha dedicado sus esfuerzos a implementar proyectos que combinan educación, trabajo y vivienda digna en distintas localidades argentinas. En 2018 fundó la Asociación Civil Akamasoa Argentina, con la visión de aplicar los principios que han permitido el éxito del proyecto malgache.

Akamasoa Argentina trabaja en comunidades de extrema vulnerabilidad en las provincias de Buenos Aires, Salta y Jujuy, brindando soluciones integrales a las necesidades básicas. 

Las iniciativas incluyen la construcción de viviendas dignas, programas educativos y el desarrollo de microemprendimientos que permiten a las familias generar sus propios ingresos, con el mismo ideal que guía la obra de Pedro Opeka: la pobreza no es un destino inevitable, sino un desafío que se puede superar compartiendo la propia humanidad y con un compromiso en común.

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