Diego Armando Maradona trascendió en el mundo del fútbol, tanto dentro como fuera del terreno de juego. Su habilidad con la pelota, así como una personalidad propia de una estrella del rock, hicieron que su leyenda fuera creciendo con el paso de los años. Se convirtió así en un auténtico referente tanto del deporte como de la sociedad argentina en general.
Su paso por las canchas, como ha quedado documentado en estos días durante su despedida, es ampliamente recordado hasta la emoción. Y no sólo por los fanáticos argentinos, sino por todo el mundo.
El éxito de Maradona sobre los terrenos de juego no se limitó a la selección de Argentina. Amplió su enorme figura en el Napoli, donde su paso le convirtió en una leyenda de la institución. Allí tomó las riendas de un equipo sin ningún tipo de estrellas. Consiguió dos ‘scudettos’ en 1987 y 1989, y además logró la Copa de la UEFA en 1989 y una Supercopa de Italia en 1990. En la ciudad italiana Maradona es una auténtica leyenda, e incluso se ha erigido casi una religión alrededor de su figura.
México 86
El Mundial de México del 1986 forma parte ya de la historia del fútbol. Allí, la selección argentina, comandada por Maradona, se alzó con el segundo título mundial de su historia. México convirtió en leyenda al ‘Pelusa’ con una actuación para el recuerdo frente a Inglaterra en cuartos de final. Allí, ‘la mano de dios’ y el imposible gol donde consiguió regatear a medio combinado inglés pasaron a la historia. En la final, Argentina ganó por 3-2 a Alemania, y alzó a Maradona como el mejor jugador del mundo.
Desde entonces, la selección argentina ha sido incapaz de alzarse nuevamente con el máximo título a nivel de selecciones. Estuvo muy cerca de conseguirlo en el Mundial de Brasil de 2014, donde cayó en la final contra Alemania. Ahora el combinado se encuentra disputando las eliminatorias, pero el nivel de la selección aún dista de convertirla en una de las favoritas para el campeonato o para la siguiente cita mundialista.
El liderazgo de “el Diego” ya no estará dentro de la cancha. Pero su espíritu no dejará de guiar a los que tengan la responsabilidad de vestir la celeste y blanca.
Hay quienes dicen que ahora, desde el cielo que supo alcanzar como un “barrilete cósmico”, ya instalado para siempre, podrá el diez eternizar su gambeta única e irrepetible, e iluminar a los que, aún aquí abajo, parecen necesitar su ímpetu y su perenne sed de gloria.