A veces me pregunto por qué tengo este berretín con la radio. Y así me pongo a repasar, a buscar en mi memoria, en mis recuerdos, en mis infancias, donde estaba la radio en mi casa.
Siempre me vuelve esa imagen de cuando recién habíamos venido a vivir a Monte Hermoso, que éramos todos pequeños y vivíamos en una vecindad tipo la del Chavo, con un patio en el centro y varias viviendas pequeñas a su alrededor.
Recuerdo a mi madre lavando ropa a mano, recuerdo esos cordeles siempre llenos de ropa al sol (éramos varias familias que compartíamos ese patio), me recuerdo con los otros niños y niñas jugando en ese piso de tierra. Y ahí estaba la radio. Que escuchaban otras mujeres como mi mamá, mientras hacían los quehaceres del hogar. Tal vez de ahí viene, pienso a veces.
Pero sigo repasando y la recuerdo a la mañana, en esos inviernos helados, mientras prendían el famoso Bram Metal y espantaban el olor a kerosene dejándolo un rato afuera, escuchábamos las noticias en “Panorama”, LU2 Radio Bahía Blanca. Las voces serias de los locutores de entonces, que nos ponían al tanto de todo lo acontecido, mientras tomábamos la leche antes de ir a la escuela. A la tarde, supongo que eran radioteatros (no se… no lo recuerdo) o programas de entretenimiento los que escuchaban con tanta atención.
También recuerdo que las maestras de entonces nos pedían información que teníamos que escuchar en la radio.
Un poquito más crecida, en mi época de adolescente, de escuela secundaria, no podíamos perdernos los programas de la tarde de LU2. Programas que nos permitían conocer toda la música de actualidad. Era la mejor manera de estar actualizados. Ya no escuchaba noticias, pero sí mucha música y programas de entretenimiento.
Hace unos pocos días, cuando Lorenzo Natali nos dejó del plano terrenal, sentí como que se fue una parte de mi, y supongo que una parte de todos, los que durante tantos años nos sentimos acompañados con su voz y su estilo. Tantos años encendiendo la radio y la particular voz y compañía de Lorenzo durante toda la mañana… Fue un momento triste, muy triste; porque cuando estos grandes se van, se va un poquito de nuestro pasado y de nuestros momentos felices con ellos.
Ya en mi época de estudiante, estudiaba escuchando la radio. Era una gran compañía, que bajito, ahí en un rincón estaba siempre presente. Era como mamá. Aunque no hablara, sabías que estaba y te sentías protegido. La radio era eso, siempre ahí, encendida, con música, locutores y locutoras, pero siempre presente.
Y en algún momento, tampoco sé cómo, aparecí en una FM ofreciendo una propuesta de programa que me aceptaron. Y ahí comenzó mi tránsito por la radio, pero desde un estudio, frente a un micrófono. Mucho tuve que aprender. No es tan fácil hacer radio como la gente cree. No se trata solo de tener una voz agradable sino de tener algo que decir.
Por aquel entonces era pleno auge de las radios FM (frecuencia modulada). Yo comencé en una que se llamó FM del Mar, que luego fue FM Fox y que finalmente cerró. Pero el “capo” de las radios en Monte Hermoso era Miguel Monticelli. Creo que ya lo he contado otras veces, pero no me canso de hacerlo.
Miguel era un bohemio en una familia de bohemios. Pero geniales. Él había armado su propia radio en su casa. Con miles de artefactos improvisados y caseros, pero transmitiendo desde esa casa llena de objetos. Cables, antenas, luces, resortes, más chiquitos y más grandes. Era tremendo entrar en su casa. Uno se sentía en un laberinto sin salida. Sin embargo, había una transmisión al aire desde ese caos.
Miguel era genial, creativo, resolutivo, bienhumorado siempre generoso. Jamás escondía una estrategia para poder resolver algo. Iba una década más adelantado que todos. Y esa primera FM de nuestra ciudad funcionó en su casa. ¡Con su madre pasando música en vinilo! Qué loco fue todo eso. Esa fue la originaria FM Monte. El símbolo de radio de nuestra ciudad. Yo recién pude trabajar ahí en los ‘90, aunque no fue durante mucho tiempo. Hermoso recuerdos de esa radio.
Conocí a muchos y muchas colegas en esta, mi ciudad. Vi nacer y crecer a muchos. Pude formar a algunos en la maravillosa experiencia de la radio escolar. Trabajé y aprendí de personas que enseñan, y de otros me alejé principalmente por diferencias ideológicas. Y si… eso también es parte de nuestra esencia.
Hoy no estoy en ninguna radio. Pero mi corazón aguarda siempre el momento del regreso. Porque para mí, no habrá otro medio tan enriquecedor como la radio. Ninguno.
Amo el aire de radio, el micrófono que se abre para dejar volar tu voz y tu palabra a la incógnita eterna, a los que te escuchan. Que pueden ser dos (tu mamá y tu marido… o tu mamá y tu hija… o tu mamá nada más), o pueden ser cientos o miles. Esa maravillosa incógnita que te desafía a que siempre des lo mejor de vos, como si estuvieras hablándole a miles. Ese maravilloso espacio que te permite crear, a través de la palabra –solo con el valor de la palabra– un mundo mágico para otros. ¡Qué fantástico! ¡Qué enorme! ¡Sin fronteras!
¡Feliz día de la radio. Para los que la escuchan y para los que la hacen!