En esta Pascua el Señor nos invita a mirar hacia adelante, con esperanza, confiando en Dios, reconociendo que Él salva y que frente a todas estas adversidades que hemos vivido y tenido que enfrentar, Él está presente como el que salva, cuida y nos regala la vida eterna, porque incluso hasta a la muerte ha bendecido.
Y a todas las personas que han tenido que despedir a sus seres queridos a causa de la pandemia, del dolor que generó semejante acontecimiento y realidad que tuvimos que enfrentar como humanidad, el Señor se les presenta resucitado, nos invita a confiar y nos dice que todo aquello que la muerte destruye, Él lo hace renacer.
Siempre la fiesta de la Pascua y toda la Semana Santa nos invita a recordar que el Señor pasó por el tormento de la Cruz, por el dolor y la humillación. Pero para salvarnos. Para mostrarnos que nuestra vida está abierta a la eternidad.
Claro que ese dolor de haber perdido familiares, amigos, nos hiere muchísimo como comunidad, pero el Señor nos viene a recordar, con sus llagas de resucitado, que Él ha vencido a la muerte y que está al lado nuestro, además de que toda esa belleza que se perdió por la pandemia no se perdió para siempre, sino que Él la salvó y la está cuidando.
Hoy vivimos un tiempo de renovación, de renacer, donde el Señor está vivo y se nos hace presente, entonces hay que pedir la gracia de descubrirlo al lado nuestro, no desesperar del dolor, retomar la fuerza y seguir adelante.
Nunca vamos a poder volver hacia atrás: volver hacia una “nueva normalidad” es una ilusión. Siempre la realidad se manifiesta nueva y hacia adelante, como una oportunidad grande para seguir viviendo.
Después de la Cruz no hay una nueva normalidad: no se vuelve para atrás, sino que siempre se vuelve algo nuevo y hermoso que el Señor hace para nosotros.
Por eso los invito a todos a renovar la esperanza y a abrazarnos Cristo resucitado que es nuestra única posibilidad de que la vida siga siendo bonita, positiva y digna de ser vivida.
Dios los bendiga a todos.