Vi la foto y decidí compartirla porque me conmovió.
Es de una conferencia de prensa al término de un partido de futbolistas colombianos donde en la mesa, delante de ellos, lucen en primer plano botellas de ron y de aguardiente de marcas que auspician al club en el que juegan.
Naturalizado, como si el alcohol fuera compatible con la pelota de fútbol, que según Diego no se mancha.
Ningún deportista llega al estrellato de la mano del vino, la cerveza o la «blanca mujer» que describe Rodrigo en su tributo musical a Maradona.
Sin embargo, durante años, a través de la publicidad se asoció deportistas de elite con marcas de cigarrillos y bebidas alcohólicas.
Boxeadores con etiqueta de vinos en el pantalón, tenistas luciendo la marca de cigarrillos en la vincha, el mundo Marlboro en buzos y cascos de pilotos de fórmula 1.
La publicidad ha impuesto que el sabor del encuentro para ver un partido de la selección tiene que ser entre amigos, tomando una marca de cerveza. Es más, esa cerveza fue sponsor oficial de la selección durante mucho tiempo, ahora es otra.
Por si fuera poco, irrumpieron las apuestas en línea durante los partidos fútbol. Los jugadores de Boca lucen en su remera un sponsor de casa de apuestas y otra los de River. Se juega sin salir de casa, todo por internet y al momento.
Un «quinielero» legal y virtual toma la apuesta y jugás a lo que quieras. A quién convierte el primer gol, si lo hace con el pie derecho, si es de tiro libre, si expulsan al arquero rival o en qué minuto se pincha la pelota.
Recuerdo que el juego es adictivo, provoca ludopatía, que es la enfermedad de apostar sin freno. La víctima, el que juega desenfrenado, deja en el camino ahorros, bienes. Pierde todo, hasta la familia.