Ir a la playa, estar en contacto con el mar hace sentirse bien y esto no es casual. Existen distintos estudios científicos que relacionan el aire de mar, la arena y el agua y el sol con beneficios para nuestro cuerpo y nuestra mente.
Quienes hemos disfrutado de un día espléndido en la playa, hemos experimentado la sensación única de volver a casa distintos, con el ánimo renovado y con energías que nos permiten sentirnos mejor.
El sonido y el color del mar
El ritmo de las olas y los suaves sonidos que producen al romper contra la arena también influyen en nuestros ritmos internos y nos proporcionan una sensación de paz y un efecto calmante. No es de extrañar que sea una de las pistas más usadas en los recopilatorios de sonidos naturales para ayudarnos a relajarnos.
El biólogo marino Wallace J. Nichols aborda este tema sobre cómo la proximidad al agua puede mejorar el rendimiento, aumentar la calma, disminuir la ansiedad e incluso aumentar el éxito profesional.
También explica el magnetismo y la atracción que produce el color azul, que se suele asociar a un estado de calma, apertura, profundidad y sabiduría.
El potasio y la sal del agua
El agua del mar contiene sal y potasio, dos elementos que -según una investigación de la Escuela de Medicina de Nippon (Japón)- ayudan a mejorar y aceleran el proceso de curación de las pieles dañadas por problemas como la dermatitis.
Según estudios dermatológicos el agua de mar tiene propiedades antisépticas y puede reducir una infección asociada con el eczema. También puede ayudar a curar la piel. Sin embargo, recomiendan, limpiar la sal después del baño en el mar e hidratar la piel.
La arena
Además de ser un exfoliante natural que ayuda a eliminar las células muertas de la piel, es una de las mejores superficies para caminar y practicar ejercicio. Andar descalzos por la arena estimula las terminaciones nerviosas y fortalece los músculos de nuestros pies.
De hecho, en un estudio centrado en correr y caminar sobre la arena, los investigadores descubrieron que caminar sobre la arena tiene un “efecto profundo en la energía y la mecánica de nuestra locomoción”.
La brisa
Distintas investigaciones se refieren a esa suave brisa que ayuda a soportar las altas temperaturas veraniegas y te silba sutilmente al oído. Los estudios apuntan a que disfrutar del aire fresco de los mares y los océanos nos ayuda a respirar mejor y a relajar la mente.
El presidente de la Sociedad Torácica Americana, Thomas W. Ferkol, explicó en una entrevista al diario The Wall Street Journal que existen evidencias científicas para creer que el aire salado de las zonas costeras ayuda a mejorar nuestra respiración. De hecho, un estudio publicado en The New England Journal od Medicine, en el que se analizaba la capacidad pulmonar de personas con enfermedades respiratorias, ha concluido que aquellos que respiran brisa marina tienen mejor la mucosa, la capacidad y la función de los pulmones y tosen menos.
Por otro lado, el aire marino está lleno de iones de hidrógeno negativos, que son partículas que mejoran nuestra capacidad para absorber el oxígeno, según otras investigaciones realizadas en Estados Unidos. Además, estos iones negativos tienen la capacidad de aumentar los niveles de serotonina -la hormona de la felicidad-, que nos ayudan a reducir el estrés y la ansiedad.
El sol
A pesar de que es necesario e importante protegerse frente a los riesgos que puede suponer la exposición solar, tomar el sol con moderación puede reportarnos varios beneficios.
La exposición al sol aporta a nuestro cuerpo vitamina D, que es esencial para la absorción de calcio y tener unos huesos fuertes. Tan sólo 10 minutos de exposición al día nos puede proporcionar nuestra dosis diaria.
Además, tomar el sol produce un aumento de endorfinas -hormonas que ayudan atenuar el dolor y producen sensación de bienestar- la posible prevención de enfermedades autoinmunes, según una investigación. Sin embargo, nunca debemos olvidar aplicar un factor de protección adecuando minutos antes de exponernos.
Fuente: propia y La Vanguardia