El ajedrez es un juego antiquísimo y se dice que proviene de la India, donde hace más de 1.500 años se practicaba un juego similar, de nombre “chaturanga”. De allí se esparció por Europa, donde se le hicieron algunas modificaciones a las piezas pero desde esos tiempos sigue siendo un clásico.
Es un juego de estrategia. Tal vez por eso Borges y muchos otros lo comparan con la vida misma. No solo es un juego popular sino también prestigioso. En él hay un tablero bicolor con 64 cuadrados (filas de 8 horizontales y verticales) y dos jugadores compiten por controlar el tablero mediante el movimiento específico de las piezas y con jugadas que son planificadas anticipadamente para ganar la partida.
Cada pieza tiene un movimiento específico, y el objetivo es hacer jaque mate (expresión que proviene de la lengua persa y alude a que el rey se encuentra atrapado o no tiene escapatoria) al rey. Pero para llegar al rey, hay que atravesar el campo defensivo que cubren los peones, los alfiles, las torres, los caballos y la mismísima reina, que dará todo por proteger a su rey.
La importancia del ajedrez
En la Biblioteca Popular, desde hace tres años el maestro Diego Lucero enseña en forma gratuita ajedrez a los niños (hay clases los lunes y los jueves a las 16.30).
Si nos preguntamos cuáles son las ventajas para enseñarles, podríamos enumerar varias, pero principalmente que mejora la concentración y la resolución de problemas ya que los ayuda a concentrarse y a desarrollar habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas, ya que al jugar deben considerar varias opciones y prever sus consecuencias antes de tomar una decisión en su próximo movimiento.
Asimismo, colabora en aumentar la confianza y la autoestima, especialmente cuando ganan partidas y aprenden de sus errores, sin dejar de tener en cuenta que luego estas acciones pueden reflejarse en otros aspectos de su vida a resolver. También es un juego social que puede ayudarlos a desarrollar habilidades sociales y emocionales, dado que les enseña a ser pacientes, a ser buenos perdedores y buenos ganadores y, por supuesto, a interactuar de manera respetuosa y deportiva con los demás.
Se les puede enseñar a jugar a partir de los cinco o seis años, aprendiendo primero el nombre de las piezas y los movimientos. A esta edad ya tienen capacidad para comprender y retener las reglas. La enseñanza debe ser gradual y divertida.
Faustino Oro
Internacionalmente, ha sorprendido el argentino Faustino Oro, de apenas 10 años, con su título de maestro internacional de ajedrez, título que nunca fue alcanzado por un jugador tan joven.
Más allá del talento del niño queda claro que este deporte también requiere práctica, estrategia y trabajo para poder alcanzar ese nivel competitivo. Sin embargo, Faustino ha ido logrando paso a paso diferentes marcas y hoy trabaja para obtener el año próximo el título de Gran Maestro, que es de reconocimiento internacional.
Si bien sus padres, Romina y Alejandro, acompañan al niño en su recorrido, reconocen que sus apenas 10 años le impiden dimensionar una plusmarca, que ellos incentivan y promueven su carrera y su precocidad: de hecho, se han mudado a Barcelona para continuar con su formación.
Es cierto que Faustino es un hecho excepcional pero el ajedrez, que motivó e incentivó su desarrollo mental, sigue siendo una óptima y enriquecedora propuesta para todos los niños. No para formar campeones, si para favorecer su pensamiento crítico, capacidad de concentración, anticipación y apertura de los mejores caminos para ganar la partida. O como dice Jorge Luis Borges
No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada