Con el Domingo de Ramos, según la tradición cristiana, se marca el fin de la cuaresma (40 días antes de la Pascua) y se da inicio a la Semana Santa. Además, se conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén arriba de un burro y aclamado por la multitud; días antes de su pasión, muerte y resurrección.
Los ramos de olivo y de palma que se utilizan en la celebración del Domingo de Ramos son un símbolo de la bendición de Dios, de su protección y ayuda. La tradición indica que deben colocarse sobre un crucifijo o cuadro religioso para recordar que se trata de algo sagrado. Además, el color litúrgico de la celebración es el rojo, que representa la Pasión del Señor.
Se da a este día el nombre de Domingo de Ramos precisamente porque Jesús fue obsequiado con sinnúmeros ramos por sus seguidores, sobre todo de condición humilde, mientras cantaban y vitoreaban: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!»; «¡Hosanna en las alturas!».
Los ramos de olivo y de palma también son el signo por excelencia de la renovación de la fe en Dios. Asimismo, recuerdan su proclamación como Rey del Cielo y de la Tierra.
Esta celebración es vista por los cristianos como el momento para aclamar a Jesús como el pilar fundamental de sus vidas, tal como lo hizo el pueblo de Jerusalén cuando lo recibió y declaró como profeta, hijo de Dios y rey.
Por esta razón, la eucaristía del Domingo de Ramos tiene dos momentos importantes. El primero es la procesión de las palmas y la bendición de las mismas por parte del sacerdote, mientras que el segundo es la lectura de la palabra que evoca esa Pasión