El pueblo estaba revolucionado aquella temporada por la tan esperada llegada de una película de Disney al cine Monte.
Mi abuela me había regalado unos zapatos blancos y unos zoquetes con puntillitas para estrenar.
Era todo un acontecimiento ir al cine por primera vez.
La semana previa me porté como una reina, sabiendo que ante la más mínima cagada, el castigo iba a ser «no vas al cine» y yo deseaba eso con todo mi corazón.
Y así fue como junto a mi mamá y a mi papá hicimos esa larga cola para comprar las entradas y después pasamos por el quiosquito a comprar maní con chocolate y unos Sugus confitados.
El señor acomodador con la linterna nos ubicó en nuestros lugares y comenzó la película.
Atragantado me quedo el confite cuando de entrada matan brutalmente a la mamá de Bambi unos cazadores crueles.
Papá y mamá se miraban entre ellos sabiendo que el drama estaba en puerta.
Mí desconsuelo era total; sin embargo, vi toda la película esperando que la mamá de Bambi resucitara de alguna forma, cosa que no pasó.
Mí angustia era infinita.
Prendida a mi mamá como una garrapata sin querer soltarla un segundo, nos fuimos del cine.
Durante todo el camino de vuelta a casa, entre mi llanto lleno de congoja, podía escuchar como el Dim le rezaba un rosario de puteadas al señor Disney.
¡Es un hijo de mil p….!!!! gritaba.
Definitivamente, pienso que la experiencia fue traumática ya que hace unos días me enteré que estaban poniendo en valor aquel cine Monte y todo este recuerdo me vino como una ráfaga.
Lloré durante semanas por Bambi.
Por suerte, después vi Dumbo, y todo fue mucho peor.
Qué bravo este Disney…