“Late”, “late”, “nola”, “late”… Cada cuatro años, con la llegada del Mundial de fútbol, el ritual se recicla y arranca de cero: cientos de miles de niños, jóvenes y adultos se lanzan a la aventura de llenar, figurita tras figurita y jugador tras jugador, el famoso álbum.
Un camino con horizontes económicos, claro, pero, también, como un fuerte espacio de socialización e interacción intergeneracional. Aunque ¿qué sucede cuando de una empresa depende la ilusión de tanta gente?
Basta una escena de ejemplo. Domingo, 5.30 de la mañana. Un importante diario deportivo de tirada nacional había anunciado un álbum del Mundial de regalo junto al ejemplar de ese día. En algún lugar de Buenos Aires, un diarero llega a su puesto y se encuentra con una situación inaudita en sus 36 años de experiencia: una larga fila que lo espera. El desenlace no será tan feliz: ese día no le llegará ningún diario de esa marca… ni ningún álbum.
“Estamos en un momento de mucha demanda y de un enorme interés. Evidentemente, hubo un relevamiento previo de parte de la empresa que identificó que hay un público adulto al que le interesa este producto. Pero no es necesariamente que creció la demanda respecto al último Mundial sino que hay un faltante del producto, lo que genera una mayor sensación de búsqueda”, apunta, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM, Carolina Duek, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del CONICET.
Especialista en estudios en torno a juguetes, consolas y los juegos contemporáneos, Duek considera que, si bien en el anterior Mundial ya había un desarrollo muy fuerte de las redes sociales, la gran diferencia es la visibilización de los consumos adultos.
“Claramente no se trata de un fenómeno nuevo, ya hay un montón de espacios de coleccionismo en muchos lugares del país sostenidos por adultos. Pero ahora pareciera que se visibiliza mucho más.
“En este sentido, también se ven miradas estereotipadas respecto a adultos que junten figuritas. Pero tienen que ver con los mismos prejuicios que se proyectan, por ejemplo, sobre los juegos en los adultos, que, de a poco, se van desarmando”, analiza la investigadora, con sede de trabajo en el Instituto de Investigación Gino Germani (UBA).
El deseo por coleccionar… y completar
Para la investigadora ese afán por la búsqueda de la “colección completa” no es nuevo, sino que existe desde hace muchísimos años.
“Está esa idea de buscar un repertorio finito de objetos que, en sí mismo, constituye una totalidad. Lo que pasa es que esa finitud de la colección permite un punto de relevo: ‘lo llené’, ‘no lo llené’.
Hablamos de un coleccionismo pero que tal vez no es distintivo ni único, como puede pasar, por ejemplo, con colecciones de arte. La figurita de Messi podrá ser difícil de conseguir, pero lo cierto es que se imprimen millones”, analiza.
En esa aventura y recorrido aparecen, para la científica, aspectos culturales, económicos y tecnológicos. “Hay que tener en cuenta que las figuritas son intrínsecamente sociales, está el intercambio social como horizonte. Porque, independientemente de la cantidad de paquetes que se compren, en algún punto necesitas del ‘cambiar’ para llenar el álbum”, ejemplifica la doctora.
Además, para la investigadora, el proceso de colección puede significar un espacio de interacción entre niños y sus adultos responsables.
“Por un lado, todo nene o nena que coleccione figuritas u otra cosa necesita de un adulto proveedor que le compre o le dé plata para que pueda comprar. Y, al igual que con muchos juegos electrónicos, como la Play Station u otros similares, las figuritas pueden ser un espacio para articular experiencias y construir sentidos entre padres, madres y sus hijos”, analiza.
Por último, Duek también señala que, si bien la actividad puede parecer puramente analógica, lo cierto es que hay un horizonte que asoma y que incluye lo digital.
“Más allá del álbum virtual, ya en el último Mundial hubo aplicaciones de Panini para hacer relevamientos de qué figuritas faltaban, o hay foros de internet donde se intercambian experiencias e información –enumera la especialista–. Es decir, se trata, en muchos casos, de la tecnología operando como auxiliar”.
Fuente, Agencia CTyS-UNLaM, Nicolás Camargo Lescano