La rutina es un óxido que neutraliza la capacidad de asombrarnos por cosas que nos rodean. Naturalizamos el entorno en que vivimos, el paisaje, la geografía, la gente a nuestro alrededor.
Esto viene a cuento después de leer la sugerencia de que la vida hay que vivirla con ojos de turista, que ven belleza donde todos los que habitan el lugar solo perciben rutina.
Es cierto, para el italiano que todos los días toma el vaporetto para ir al trabajo los canales de Venecia se volvieron rutina. Lo mismo le ocurre al griego que despierta todas las mañanas viendo a lo lejos, entre brumas, las columnas del Partenón que quedan en pie o, más cerca, al bonaerense que convive en medio de paisaje de llanura infinita rodeada de horizonte.
Siempre recuerdo una charla con chicos del colegio secundario de Monte Hermoso. Era invierno y les pregunté si iban seguido a caminar por la playa. La mayoría respondió con silencio. La rutina hace que naturalicemos el lugar donde transcurre nuestra vida.
Otro tanto ocurre con amigos que se sorprenden con la persistencia con que suelo publicar crónicas, fotos y videos de Sauce, una playa como tantas del sur bonaerense, pero que felizmente para mi no se hizo rutina. Es lo que quiero transmitir en cada publicación, observar lo que otros pasan sin mirar, detenerse en pequeñas historias y cosas.
Esto vale para todas las geografías, donde la gente que habita también es parte del paisaje. Valorar lo nuestro, lo que nos rodea. Como dice el disparador de estas reflexiones, vivir la vida con ojos de turista, que ven belleza donde en general solo se percibe rutina.