“Cuando me miro al espejo no veo a una mujer de 66 años, me siento mucho más joven pese a las señales que todos los días te da el cuerpo”.
Suele suceder que el entrevistado te modifique el punto de partida de la nota periodística que tanto ideaste y que en ese momento estás listo para realizar. No pasa seguido, salvo que enfrente de uno se siente, café por medio, alguien tan distinguido en la temática a tocar y que, a su vez, consigas interpretar de movida que es una persona «cultivada» en la cultura misma de la vida y en cualquiera de sus pormenores.
Gabriela Cecilia Laurent es hiperactiva, laboralmente hablando: necesitaría que el día tenga 36 horas y es la mamá perfecta para sus tres hijos: Nicolás (40 años), Andrés (38) y Sofía (35).
Su abanico de actividades, hobbies y pasiones es tan amplio que dejé que ella elija por dónde empezar, aunque me imaginé que iba a hacer hincapié en la finca de su propiedad, Nobles Caciques, que viene de obtener tres premios en el concurso Argoliva desarrollado en San Juan, una de las provincias de nuestro país con fuerte impulso olivícola.
“Fue nuestra primera participación en una muestra por jurados (intervinieron más de 400 marcas de aceites) y conseguimos un primer puesto (Blend medio y variedad coratina) y un tercero (Blend intenso), lo que nos llena de orgullo a nivel empresarial, porque no hace mucho que nos iniciamos en esta actividad”, sostiene, con palabras firmes y peso propio, esta bióloga y magíster en Ciencias del Suelo, jubilada en 2019 del Departamento de Agronomía de la Universidad Nacional del Sur.
“Finca Nobles Caciques (actualmente con siete empleados) nació en 2018, después de muchas idas y vueltas y de no saber qué proyecto encaminar en un campo familiar que tenemos desde hace más de 20 años (ubicado en la ruta 3 vieja, kilómetro 668, partido de Bahía Blanca). Al principio habíamos comprado esas tierras con la idea de llevar adelante una práctica de compostaje (transformación biológica de los restos vegetales en abono), pero no tenía viabilidad en un espacio de casi 250 hectáreas (chico para lo que es la zona) que ni siquiera llega a la unidad productiva media”, reconoció la dueña de un curriculum tan extenso como admirable.
– ¿A quién de la familia se le ocurrió que la olivicultura iba a ser la mejor elección?
– Mi hijo Andrés tomó la iniciativa, viajó a La Rioja, Catamarca y San Juan, lugares por excelencia en la producción de olivos y aceite, y trajo como propuesta hacer cultivos de olivos superintensivos, con plantaciones en hileras y entre 1.600 y 2.000 ejemplares por hectárea. A eso se le agrega la espaldera y el riego por goteo con agua de perforación, por supuesto.
“Nuestro olivar cuenta hoy con 1.660 plantas y existen 90 hectáreas ocupadas, de las cuales 50 se utilizan para la producción. El primer lote (el que da contra la vía donde todavía pasa el tren), que en sus inicios experimentó todo tipo de prueba y error hasta que salió lo que pretendíamos, hoy cuenta con plantaciones hermosas que rinden un montón”, apuntaló la profesional bahiense nacida y criada en el barrio Palihue.
– ¿Y cuándo empezaron con la producción de aceite?
– La máquina la adquirimos hace dos años, por lo que hacemos cosecha, procesamiento, envasado y venta en la misma finca. El aceite tiene un alcance regional considerable (llega a algunos pueblos de La Pampa) y una marcada ascendencia en ciudades cercanas a Bahía.
– Lo vi en algún comercio de Monte, ¿puede ser?
– Sí, claro, aunque en este caso tenemos competidores directos, los productores de Coronel Dorrego. Nuestro producto, que es de excelente calidad, nos permite estar bien posicionados en el mercado. Los parámetros químicos y sensoriales (gusto, aroma, etc) de nuestro aceite son excepcionales. Debido a su acidez, muy baja, se califican en Virgen Extra, y su ácido oleico, alto, contiene una cantidad de polifenoles (antioxidantes) que cuadriplica el aceite de cualquiera de las otras regiones.
“Al tener una intensa Vitamina E, nuestros aceites resaltan debido a su altísima calidad. Su perfume es irresistible, con un picor que te deja un gusto agradable en el paladar”.
Con visión de futuro. ¿La exportación? ¿Y Monte?
“Si Dios quiere primero debemos extendernos a nivel país, que no es fácil, porque a las plantas hay que esperarlas. La producción 2024 va a tardar dos años en empezar a dar frutos. Se cosecha en abril y se procesa en el mismo día, lo que es muy importante. La aceituna que sacás de la planta no te garantiza un buen aceite, es necesario tener en cuenta el clima, el terruño, las variaciones de temperatura (frío-calor, muy favorable para el fruto), la cercanía al mar y que la extracción del aceite sea dentro de las 24 horas. Después del proceso el aceite debe quedar guardado a una temperatura que oscile entre 18 y 20 grados centígrados, ideal para que pueda conservar las propiedades y no se oxide rápidamente”, explicó “Gabi”.
– Perdón que te corte, ¿cerca del mar dijiste? ¿Y en Monte Hermoso?
– ¡Sí!… Sería fantástico llevar la firma a un lugar que nos encanta.
– ¿En serio?
– El suelo arenoso no atenta contra los olivos, al contrario, lo único que no toleran son las zonas inundadas. Sería un proyecto tentador estar al lado del mar con 100 o 200 hectáreas. En este momento mi imaginación va a mil por hora, aunque primero hay que pensar en tener un campo lo más cerca de la playa posible.
– ¿Qué te une a Monte?
– Como todo bahiense y desde que tengo uso de razón, los meses de verano los pasamos en Monte Hermoso. Me acuerdo que íbamos cuando no había nada; un tío mío (Eduardo Luis Alimonda), piloto de la Marina, aviador Top Gun e instructor de los pilotos que combatieron en Malvinas, nos llevaba cuando arrancaba enero. Pedía permiso para acampar en el predio del Faro, en unas carpas del ejército, de tela gruesa y que resistían al viento y a la lluvia.
– Sí, en ese momento el camino que une el Club de Pescadores con el Faro era de arena pura y no podías transitarlo con cualquier vehículo. Mi tío tenía una estanciera, aunque a veces se encajaba y nos teníamos que bajar a empujar…(risas). Te estoy hablando de principios de los ’60, después con mis padres empezamos a alquilar más cerca del centro y a partir de 1983 ya empecé a veranear en Monte como casada.
Fue necesario hacer otro alto en su relato. Su esposo, desde hace 41 años, es Alfredo Dagna, Ingeniero Agrónomo, empresario reconocido en Bahía Blanca y actual presidente de Olimpo.
“Al principio íbamos a la casa de mis suegros (se llamaban Carlos Alfredo y Elvira Goveo), muy famosos en Monte, ¿sabés por qué?”, preguntó la actual titular de la Sociedad de Fomento del barrio Palihue (desde 2023).
– Si, quiero saber.
– Eran los dueños del Cine Monte, hoy convertido en Centro Cultural. Era una de las grandes atracciones del balneario, aunque había otro cine, el Atlántida, en calle Los Pinos, actualmente abandonado.
“Así que mirá si no estaré vinculada a Monte Hermoso, desde toda la vida. En 2005 compramos la casa que todavía tenemos con Alfredo, en el Sauce, y amo mirar el mar desde la orilla, sentada en la reposera y sin otro ruido que altere el que producen el agua y las olas”.
– El paraíso.
– Tal cual. Amo la paz, aunque es admirable lo que ha crecido Monte Hermoso en los últimos 25 años. El pueblito de verano se transformó en una ciudad reluciente, con vida y movimiento, muy bien posicionada en cuanto al avance de la construcción. Invirtieron mucho los privados y el gobierno municipal siempre acompañó a un progreso inevitable. Hoy es imposible comparar a este Monte con el de mi infancia, hasta el Sauce ha crecido exponencialmente. Antes caminaba una cuadra y media entre los médanos para llegar a la playa, ahora hay casas por todos lados, calles bien confeccionadas y bastante tráfico en las horas pico.
Full time
Más allá de que la gestión y la administración de la finca le exprime el tiempo que a veces no tiene, se tomó casi como una obligación cumplir con la actividad física y no abandonar sus hobbies: nadar y salir a andar en bici. Algo más: “estoy firme como un soldado si me dicen de cuidar a mis nietos (Emilio y Alfredo, hijos de Nicolás)”.
Aclara que cuando se excede en el esfuerzo el cuerpo la pone en órbita con la edad que tiene, pero por nada del mundo se siente una “sexagenaria”.
“¡Qué fea palabra!”, exclama antes de meterse de lleno en su “media naranja”, Alfredo, un “personaje” intenso al que tampoco le alcanzan las 24 horas del día para hacer todo lo que hace.
– Te lo tengo que preguntar: ¿Cómo es ser la esposa del presidente del club Olimpo?
– Antes que nada hablo en general y de lo que siento: para convivir con alguien es necesario estar enamorada, respetar a la otra persona y acompañarla en todo, más que en nada en lo que a él le gusta o apasiona. A Olimpo le va mal y sufre toda la familia, es cierto, pero no lo dejamos solo, porque un bajón anímico puede afectar más que cualquier enfermedad declarada. A veces nada sale como uno quiere, por eso hay que tener paciencia y saber escuchar para después aconsejar.
– ¿Cuánto te duele que lo insulten por la calle o en las redes sociales?
– Me parte el alma, primero porque no se lo merece y segundo porque invierte mucho de su tiempo en Olimpo. Por su dedicación -a veces exclusiva- al club descuidó lo que es su salud, por eso es ingrato y te da bronca que lo insulten y lo maltraten, sobre todo porque carga con la responsabilidad de manejar una institución donde muchos deportistas se benefician practicando una actividad.
“Sabemos que la bronca del hincha está enfocada en el fútbol, en el mal momento que transita en el Federal A, aunque uno se da cuenta de cómo es la gente cuando lee o escucha sus opiniones. La mayoría no ve lo que hay detrás de escena, se quejan por el decorado, pero detrás de ese decorado hay trabajo, tiempo, gestión, dedicación, y puedo seguir…”.
– ¿Cuántas veces, como familia, le dijeron “basta, Alfredo”?
– Muchas. En cargos dirigenciales como el de presidente, con tanta exposición pública, donde la vorágine del día a día te arrastra y te hace buscar soluciones todo el tiempo, es muy fácil perder la cabeza, bajonearte y encerrarte en tu propio laberinto. A veces perdés la paciencia hasta con los seres queridos, reaccionando mal o contestando incorrectamente. Todo eso cansa, porque sé que Alfredo no es así; solo está sobrepasado. Aguanto los embates, aunque reconozco que me gustaría verlo siempre pleno y feliz.
“Descansa poco y está a full con Olimpo, a la mañana va a la empresa (es propietario de Daasons SA, que hace más de 30 años que se dedica a la fabricación de fertilizantes orgánico-minerales) y vuelve a casa alrededor de las 20”, cuenta Gabriela.
«Caminamos a la par y los dos sabemos que, pase lo que pase, lo más fuerte es el amor»
– Se puede perder la paciencia, pero nunca el amor.
– Ni hablar, por algo llevamos cuatro décadas juntos. Como matrimonio pasamos por un montón de tormentas, pero siempre terminó saliendo el sol. Caminamos a la par y los dos sabemos que, pase lo que pase, lo más fuerte es el amor.
– ¿Cómo se conocieron?
– En el Colegio Nacional, somos de la misma promoción pero íbamos a diferentes cursos. Cuando terminamos la secundaria, cuando nos habíamos dejado de tratar, un día vino a mi casa, tocó el timbre y me invitó a salir. Teníamos 19 años, pero acepté la propuesta, me gustaba, aunque los primeros encuentros fueron con amigos (sobre todo con Alejandro Castro y Lucrecia Boland) que nos acompañaban. Pasó un tiempo para que vayamos solos a tomar algo.
“Empezamos a salir en abril de 1978 y nos casamos en 1983”, acotó.
– Amor a primera vista.
– Fue mi primer y único novio, es cierto.
– La última: ¿se mete mucho Alfredo en la finca?
– Es tan dueño como yo, aunque él se encarga de las finanzas y las compras, además de la adquisición del equipamiento y de generar contactos. Viajó por todo el país vendiendo fertilizantes, conoce a mucha gente, y eso nos facilita mucho nuestra tarea.
Excelente aceite