Óscar “Cacho” Páez, en la crónica de los que forjaron el Monte Hermoso de hoy

La historia del Hotel Páez y de la confitería Queen’s y las vivencias de Cacho memoradas por su esposa Sonia

En febrero pasado, al cumplirse un año del fallecimiento, así lo homenajeaba un grupo de buenos amigos de Cacho:

“Alguien dijo: ‘Al final las obras quedan, las gentes se van…’

“Hoy, a un año del fallecimiento de Óscar ‘Cacho’ Páez, en la Parroquia Stella Marys, durante la Santa Misa, se elevará una plegaria por su descanso eterno.

“Al cumplirse este primer aniversario, en Monte Hermoso rendimos homenaje a su vida de bien. Imposible pasar por alto la trascendencia innegable de su altruismo.

“Fue íntegro, sencillo, humano y servicial. Nunca perdió la esencia del hombre de pueblo. Siendo hijo de pioneros, fue protagonista y testigo de la evolución y crecimiento de Monte Hermoso a partir de la década del 40.

“Tenía una memoria admirable, a través de la cual aportó testimonio de hechos transcendentales de la historia del Balneario. Disfrutaba emocionado de sus recuerdos, compartiendo con generosidad aquellas vivencias atesoradas a lo largo de su vida.

“Monte Hermoso es parte de la identidad de Cacho, porque él fue un emblema de este lugar. Fue un precursor, imposible olvidar la Confitería Queen’s… ’Marcó un antes y un después‘ tal como él siempre lo decía.

“Logró cumplir con casi todas sus aspiraciones y sueños. Formó una hermosa familia, supo ser agradecido a la vida y a los afectos.

“Que el olvido no nos supere y recurramos al recuerdo manteniendo viva su historia de vida.

“Descansa en paz querido Cacho”.

Cacho, en una “noche de los museos” junto al óleo que pintó su esposa

Su esposa, Sonia Ricciardelli, guarda con orgullo esa publicación difundida el 27 de febrero de este año, en ocasión del primer aniversario de su fallecimiento.

La historia

“Fue el primer hotel después del hotel de madera”, nos cuenta Sonia.

Según ella, “Cacho heredó el espíritu aventurero y precursor de su familia”.

Esa condición le fue reconocida por la comunidad al padre, Rudecindo Paéz, dado que la ciudad tiene una calle que lleva su nombre.

El fue quien inició la actividad comercial con el legendario Hotel Páez, en la esquina de Dufaur y Valle Encantado.

El hotel (foto de 1946) y la confitería funcionaron hasta marzo de 1979

Así recuerda Sonia aquellos primeros tiempos: “Cuando mi esposo fue a vivir a Monte con sus padres, en el año 1942, tenía 9 meses. Cuando el hotel abrió solo había 16 habitantes. Se vinculaba con todos los que iban llegando y disfrutaba conociendo sus historias.

Luego, en 1950, lo reformaron y lo ampliaron”.

Cuenta que Cacho “participó, con su padre, en la fundación de la Cooperativa Eléctrica y la telefónica; también en la creación del Yate Club”.

La confitería

Ese espíritu emprendedor lo motivó a inaugurar, en 1972, una confitería, Queen’s, que funcionaba en la planta baja y que se utilizaba también como restaurante del hotel.

La confitería Queen’s, en 1973

“Apostó todo al progreso y la renovación del pueblo, así fue que Queen’s marcó ‘un antes y un después’ tal como lo recordaba siempre con orgullo”, nos comenta Sonia.

“La confitería Queen’s era un avance en todo sentido, porque había sido imaginada desde New York, donde mi esposo vivió y trabajó desde 1969 a 1972. Volvió con ideas innovadoras a las que sumaba su buen gusto y su innata exquisitez. Tenía capacidad para 250 personas, contaba con la última tecnología, hasta máquina de lavar platos, y estaba abierta día y noche; solo cerraba media hora, para limpiar, de 7 a 7 y media”, completa.

“Un ser especial”

Dice Sonia con orgullo: “La vida de mi esposo fue muy rica en anécdotas y tuvo el privilegio de conservar latentes en su memoria muchísimos acontecimientos de los que fue testigo, así como recordar personajes entrañables del Monte de principios de los años 40”.

Para ella, Cacho “fue un ser especial, que se mantuvo fiel a los amigos de toda la vida, no había idea política ni equipo de fútbol que lo separase de ellos”.

Nos cuenta que se casaron en 1974 y se fueron a Capital para luego mudarse a Luis Guillón.

Tuvieron cuatro hijos “y en cuanto ellos encaminaron su vida, en el 2009 volvimos a residir en Monte, hasta que el 27 de febrero del 2020 un cáncer lo arrancó de este mundo”.

Fue a pedido de sus hijos que Sonia pintó un óleo de la emblemática esquina: “ellos decían: el Hotel de Madera es el emblema pero nosotros tenemos el nuestro…”

Ahora, tras la pandemia, Sonia decidió regresar a su casa de Guillón, en el conurbano bonaerense, “para estar cerca de mis hijos y de mis nietos”, concluye.

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