Como un tesoro que nunca debemos dejar de valorar, los argentinos estamos ejerciendo una conquista alcanzada con el esfuerzo, el trabajo cívico, el sacrificio y también con la sangre de muchos que nos precedieron. Es la posibilidad de elegir a quienes nos gobiernan. Pero esto es un logro que no se preserva por sí mismo.
Tener en claro esto, es fundamental para darle el valor que tiene y trabajar para no perderlo. Saber cuidarlo, es el resultado de entender que forma parte del don más increíble y maravilloso que pueda tener un ser humano: la libertad. La libertad es indispensable para nuestra felicidad y plenitud como seres pensantes y sensibles. No reconoce límites, pero nos da señales que nos indican si vamos por el buen camino o la estamos perdiendo. Por otro lado, para permanecer en nosotros ella necesita encontrar dos pilares: decisiones y valores.
Pero ¿Qué son los valores?
Todo aquello que hace nos mejores personas, como miembros de una comunidad, que nos lleva a trabajar en todos los aspectos de la vida para el verdadero bien propio y de la sociedad en que vivimos, es un valor. Los valores nos engrandecen y nos proyectan hacia la plenitud de nuestra libertad y de la comunidad en que vivimos.
Son nuestra base moral, nuestro acuerdo de principios. Son (y deben ser) compartidos por todo el pueblo, porque entre otras cosas, nos llevan a entender que toda ideología honesta, por diversa que fuera, cuenta con algo noble que enriquece a todos. El secreto consiste en ponernos de acuerdo en cómo llevar adelante las diferencias, en lugar de querer imponerlas o combatirlas.
Los argentinos tenemos una urgente necesidad de recuperar la capacidad de decisión y claridad en lo que queremos como individuos, como sociedad y como país. Necesitamos reconciliarnos, educarnos y formarnos en todo lo que nos hace mejores personas y ciudadanos. Nos necesitamos el uno al otro libres de ataduras o condicionamientos que empobrezcan nuestra capacidad de decidir y de querernos. No queremos delegar o regalar a nadie un futuro que podría ser increíblemente próspero.
No es imposible. Esto podemos lograrlo cuidando y cultivando esos valores que ya tenemos arraigados como individuos y como sociedad. Más allá de nuestros diversos orígenes, vivencias, razas, credos, ideologías, etc.; la libertad, la dignidad, el respeto, la justicia, la búsqueda del bien común y la honestidad, no pueden estar ausentes en ninguna sociedad que busque un verdadero progreso y la paz.
Nuestras diferencias son necesarias como nuestras coincidencias. Ellas forman parte de una na sociedad sana y completa, así como en un cuerpo cada miembro es importante y ninguno es prescindible. Pablo de Tarso en el siglo I, nos dice que en buena hora, no todos somos cabeza o manos o pies, ojos o boca, pero todos formamos un solo cuerpo. Qué diferente pueden ser las cosas si con esa mirada defendemos y debatimos nuestras ideas. Nuestra unidad social necesita esto.
La próxima vez que podamos ir a votar, pensemos. No dejemos en manos de nadie nuestra decisión y recordemos con fe, admiración y cariño todos aquellos valores que a pesar de nuestros defectos y errores nos trajeron lo mejor de nuestro pueblo argentino.