¿Es por aquí? ¿Cuántas veces el ser humano se descubre a sí mismo sin saber cómo llegar hasta su propia casa, aunque se encuentre a dos calles? ¿Cuántos individuos brindaron indicaciones de cómo llegar a un destino y, a pesar de estar muy concentrados escuchándolas, resbalaron por el cerebro, como si las neuronas fueran impermeables a ese tipo de información?
Filósofos y científicos llevan siglos preguntándose cómo saber dónde se está y de qué forma se orienta el cerebro.
María Ximena Perez, periodista, docente e investigadora, expone algunos datos para comprenderlo en una nota que firma en Agencia de noticias científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
Todos los seres humanos poseen ciertas capacidades que le permiten adaptarse al mundo. Entre ellas están las funciones cognitivas que habilitan a llevar a cabo cualquier tarea a través de diferentes procesos: recepción de estímulos, selección de la información relevante para posteriormente transformarla, almacenarla, elaborarla y recuperarla cuando sea necesaria.
En esta línea se aloja, precisamente, la capacidad de ubicarse, reconocer el espacio circundante y saber en qué dirección se encuentran otros lugares. Es lo que, habitualmente, se llama sentido de la orientación.
Pero, ¿por qué hay personas con muy buena orientación, que casi siempre saben dónde están, y otras que, en cambio, cuando se encuentran en un lugar desconocido se pierden apenas doblan en la primera esquina? ¿A qué se debe que haya unas personas con buena y otras con mala orientación?
El sentido de la orientación está relacionado con las llamadas habilidades visoespaciales, un grupo de funciones cognitivas que permite analizar, comprender y manejar el espacio circundante. Es en virtud de ellas que cada persona tiene consciencia de su posición en el espacio con relación a otros objetos y también de las relaciones de esos objetos entre sí.
Mapas mentales y cerebro
El cerebro es un órgano biológico complejo que tiene una enorme capacidad de cómputo y construye las experiencias sensibles, regula los pensamientos y emociones y controla las acciones.
Según explican Antonio Battro y Percival Denham en Aprender hoy, libro de divulgación científica publicado en 2002, “en la evolución del cerebro humano nuestra especie ha adquirido una cantidad de mecanismos que nos permiten controlar permanentemente el espacio que nos rodea. Gracias a esa evolución, el sistema cerebral evalúa dónde estamos y adónde nos dirigimos, integrando múltiples señales relativas a nuestra posición y al transcurso del tiempo”.
May-Britt Moser y Edvard I. Moser, un matrimonio de neurocientíficos de la Universidad Noruega, ganadores del Premio Nobel de Medicina en 2014 por sus hallazgos acerca del sistema de posicionamiento del cerebro, enfatizan que ese sistema de localización desarrollado en el cerebro es tan complejo como el GPS de cualquier auto o celular. Y pese a eso “el cerebro hace esos cálculos casi sin esfuerzo, sin que seamos conscientes de ello”.
En 2005, la pareja descubrió otro componente del sistema de posicionamiento del cerebro, un tipo de célula nerviosa denominada célula de red. Su función es generar un sistema de coordenadas que permite un posicionamiento preciso y de navegación espacial.
Estas células de red –junto con otras de la corteza entorrinal– forman circuitos con las neuronas de lugar del hipocampo –descubiertas a finales de los sesenta del siglo pasado por el neurocientífico John O’Keefe– que conforman un sistema de posicionamiento integral o, lo que es lo mismo, el GPS del cerebro.
Para los investigadores, en general, una persona solo presta atención a tal complejidad y a la gran importancia de esta capacidad cuando se pierde o cuando la capacidad de orientación resulta mermada por una lesión cerebral, una discapacidad cognitiva o una enfermedad neurodegenerativa.
Consejos para desubicados
Según los especialistas, el sentido de la orientación se puede entrenar. Por ejemplo, cuando una persona que no se orienta bien tiene que dirigirse a algún lugar donde nunca ha estado o que no conoce bien, le conviene programar con antelación la ruta que va a realizar y, observando un mapa, tratar de memorizar la forma aproximada de su recorrido. Esto la ayudará a tener en la cabeza una estructura general del camino cuando se encuentre en el terreno.
Otra recomendación es concentrarse, tratar de poner la atención en los lugares por los que se mueven. El teléfono, la conversación con un acompañante e incluso los pensamientos silenciosos pueden distraer y desorientar.
También puede servir fijar puntos de referencia: un edificio colorido, un monumento, una fuente, un cartel publicitario, una esquina muy transitada, por ejemplo, podrían convertirse en los distintos capítulos que dan forma al recorrido total.
Otro consejo especialmente valioso para quienes hacen un camino por primera vez en un sentido y saben que más tarde tendrán que hacerlo en el sentido contrario, es mirar hacia atrás. La memoria visual a menudo engaña y un mismo recorrido puede ofrecer paisajes bastante diferentes en función de si uno va o vuelve. Por eso, parar cada tanto y mirar atrás con atención puede ser una gran contribución.
Con todo, si una ruta está bloqueada en la cabeza, a no desesperar: el GPS mental puede volver a calcular el camino correcto hacia el destino.