El juez federal argentino Ariel Lijo emitió un fallo ordenándole a la Real Academia Española (RAE) quitar de su diccionario la quinta acepción de la palabra “judío”, que indica “dicho de una persona: avariciosa o usurera”, con la aclaración de que su uso es “ofensivo o discriminatorio”, razón que dio inicio a la denuncia que derivó en el dictamen de Lijo.
La decisión judicial, además, le exigió al Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) bloquear la página web en la que aparece esa alusión, lo que fue respondido como imposible ya que no posee la capacidad técnica para bloquear páginas online y que tampoco es su función hacerlo, salvo trasladar la orden a las empresas proveedoras del servicio de Internet.
«Entendemos que las definiciones del diccionario reflejan el uso del lenguaje y no promueven por sí mismas una conducta de odio, pero deberían corregirse por resultar totalmente anacrónicas a la realidad social y cultural del siglo XXI», señaló el abogado Boja Luján Lago, que representa a 20 comunidades judías radicadas en Panamá, España, Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay, entre otros países.
No se conoce hasta ahora respuesta de la RAE, pero ha trascendido que la solicitud ha sido recibida y que «se tramitará siguiendo los cauces habituales para su estudio», lo que puede leerse como un anticipo de que la demanda llevará tiempo en ser atendida considerando lo que ha ocurrido antes en casos similares.
Según escribe José Claudio Escribano en La Nación, los reclamos por las definiciones de cada vocablo entre los más de 92.000 que integran el corpus lingüístico de nuestra lengua han sido numerosos en la larga vida de la institución fundada en 1713.
Pone como ejemplo el reclamo de algunos nacionalistas japoneses que en el pasado presionaban por la eliminación del concepto de “kamikaze” como piloto suicida japonés que tripulaba un avión con explosivos con el que se lanzaba contra un objetivo, que dio lugar a debates en el plenario de la academia española pero que sigue muy campante en el diccionario.
Tampoco han tenido fortuna los jesuitas, que con alguna regularidad han protestado, a título individual, por la acepción de “hipócrita, disimulado” del vocablo “jesuita”, caracterizado como utilizado en términos coloquiales y potencialmente como ofensivo.
A los gallegos les fue mejor –dice– porque la RAE eliminó las acepciones de “tonto” y “tartamudo” atribuidas en leyendas populares.