Raúl Gil (73) y Susana Luna (70), de Bahía Blanca, son dueños de una fábrica de camperas con sucursal en Monte Hermoso, comercio que abrieron en el año 1988.
Novios casi desde siempre hasta ahora, con 52 años de matrimonio y la misma complicidad del comienzo.
Adoran Monte, “no solo el verano sino también el invierno”, dice Susy. En pandemia, como muchos otros, decidieron quedarse definitivamente, aunque ya viajaban todas las semanas para cumplir con una tarea que se pusieron al hombro hace casi diez años: ayudar al prójimo, algo que no viven como un sacrificio sino todo lo contrario, es una misión que los reconforta y los llena de amor.
“Empezamos a interactuar con Los Azulitos, una institución que trabaja con los chicos del barrio desde hace mucho tiempo, hasta que finalmente decidimos continuar por nuestra cuenta, más que nada porque hacíamos cosas distintas”, cuenta Raúl. Si bien utilizan las mismas instalaciones (las del Centro Integrador Comunitario), Los Azulitos ofrecen la merienda una o dos veces por semana y ellos les festejan los cumpleaños una vez al mes.
Más de 70 chicos de entre 2 y 12 años concurren al agasajo mensual, donde aquellos niños y niñas que cumplieron años durante ese mes son homenajeados.
“Niños Esperanza” (el nombre que eligieron para el grupo) no acepta que se involucren cuestiones políticas o religiosas, porque tanto Raúl como Susana sienten que se ganaron la confianza del barrio, logrando un vínculo con la comunidad que no quieren condicionar. Pero por supuesto no trabajan solos, la misma gente del barrio colabora en cada encuentro, organizando, sirviendo, limpiando.
“Hay un grupo de diez señoras más o menos, que son mamás del barrio que empezaron con nosotros y nos ayudan siempre, hagamos lo que hagamos siempre están dando una mano”, comentan,
Otra cosa de las que se ocupan es del reparto de las donaciones que reciben para el barrio, desde ropa y calzado hasta muebles, colchones, electrodomésticos, materiales de construcción, etcétera. “Esa tarea comenzó de casualidad, dice Raúl, un día una señora nos pidió si le podíamos conseguir una salamandra, entonces yo lo publiqué en mi Facebook para ver si aparecía algo y en una hora la teníamos; en esa ocasión la gente donó plata y compramos una, después ya no quisimos recibir más dinero pero la gente empezó a donar cosas espontáneamente. Hicimos un grupo de Whatsapp con señoras del barrio, deben ser unas 60, 70 familias, y ahí publicamos todo lo que nos donan y preguntamos a quién le hace falta, hacemos de intermediarios”.
Por mucho tiempo se ocuparon también de ir a buscar y de la entrega, pero por cuestiones de salud Raúl ya no puede levantar peso así que ahora piden colaboradores que lo ayuden a cargar y descargar. Una vez que lo donado ya tiene nuevo hogar, Raúl sube en la página una foto del artefacto, mueble o de lo que fuere, ya instalado, agradeciendo a quien lo donó.
“De esta forma, –nos explica– la gente sabe que llegó a destino. Tratamos de ser lo más justos posible, darle al que más necesita y repartir, un día le toca a uno y otro día a otro. Lo único que le pedimos al que dona es que sea con respeto, que no esté roto, sucio, porque el que necesita también tiene dignidad”.
En Navidad entregan canastas navideñas; para el 2022 fueron 100 en total, aunque hay más familias en el barrio, “pero hasta ahí podemos”, nos aclaran, porque aunque no quieren ni decirlo ellos se hacen cargo económicamente de casi la totalidad de la compra para el armado de las mismas; “tenemos algunos amigos que cuando llega la fecha nos llaman para colaborar y un amigo mayorista que nos deja todos los productos al costo”, cuenta Susy, agradecida.
Con diciembre llega el árbol de Navidad más comunitario de todo Monte, un árbol que decoran entre todos. “Con los chicos armamos los adornos y los pintamos”, cuenta Susy, “es enorme”, agrega Raúl con orgullo, y nos habla de sus ganas de construir un trineo para que los chicos y sus familias se saquen fotos.
Para Reyes y el Día del Niño, reparten juguetes pero la colecta empieza con bastante anticipación, porque como reciben juguetes nuevos y usados hay que poner todo en condiciones. Los organizan por edades y tamaños, para que todos reciban más o menos lo mismo, y los juguetes grandes como las bicicletas se sortean.
“El Barrio Esperanza es un barrio humilde pero los chicos no pasan hambre, en general la comida no es un problema, tal vez las condiciones habitacionales no siempre son las óptimas, pero con el tiempo fue mejorando, años atrás había muchas casas de chapa, hoy ya es casi todo de material”, nos cuentan, y agregan que “pese a los controles municipales el barrio sigue creciendo, hay cuestiones que están muy abandonadas”.
No conformes con todo el trabajo realizado, se preguntan: “¿Qué otra cosa podemos hacer? seguro que podemos hacer algo más”, dice Raúl, reflexivo, y nos comparte su inquietud sobre el aprendizaje: “Hay chicos de 8, 9 años que no saben ni leer ni escribir, estamos pensando en brindarles apoyo escolar o en incentivarlos de alguna manera”.
Con la cochera como depósito, ya empezaron a juntar para el próximo Día del Niño, aprovechan la ocasión para pedir donaciones a todo el que quiera colaborar. Juegos de mesa, juguetes, bicicletas, todo es bienvenido. El que quiera aportar su granito de arena se puede contactar a través del Facebook de Raúl (Gil) o el de “Niños Esperanza”, también se pueden comunicar a través de Whatsapp al 291 4364447.