La repitencia escolar ¿es una segunda oportunidad? Estas últimas semanas se ha puesto sobre el tapete de la opinión pública esta propuesta del gobierno de la provincia de Buenos Aires, que en la revisión de los regímenes académicos, está reviendo no solo la actualización de los diseños curriculares sino que ha puesto el ojo en eliminar la repitencia en el nivel secundario.
Por supuesto que esta medida ha generado mucho desconcierto, oposición e incertidumbre. Por eso se vuelve necesario leer y comprender los fundamentos de un sistema ya instalado, en el que se aprecia a la repitencia como una nueva oportunidad, o darle más tiempo a las y los estudiantes para que aprendan lo que no han aprendido, o “castigarlos” tal vez por no haber sido lo suficientemente buenos alumnos, en un sistema burocrático represivo y estigmatizante, que pone a las y los jóvenes repitentes en un lugar de segunda categoría, en el lugar que los señala como “repitentes”, en un sistema meritocrático, que aún no entiende que el aprendizaje no es una cuestión de “oportunidades” sino de comprensión, estudio y asimilación.
Sin entrar en detalle sobre cómo se produce el aprendizaje, ni el sistema graduado de calificación, lo que expresan las estadísticas es que las y los estudiantes que repiten el año no se convierten en mejores alumnos. Es más, por lo general, tampoco aprueban cuando repiten y también expresan que cuando repiten por segunda vez terminan desertando.
Así, el sistema educativo de nivel secundario tiene una tasa de abandono del 20 por ciento. Y estas cifras son preocupantes. No solo porque el nivel secundario es obligatorio, sino porque esos y esas jóvenes quizás abandonan la escuela porque no les interesa, porque no entienden, porque en el hogar no los acompañan, porque atraviesan un período de apatía, y luego se insertan en el mundo laboral (en un sector precarizado por no tener los estudios de nivel) y luego no pueden regresar a la escuela, dejando pendiente esa posibilidad no solo de cursar su escuela secundaria sino también de tener la oportunidad de seguir estudios de nivel superior.
El análisis nos hace detenernos en una reflexión sobre el funcionamiento y dinámica de un nivel que plantea varias materias en cada año. Si las y los estudiantes aprueban todas las materias que corresponden a ese año, pasan de año. Hasta ahí todo bien.
Pero ¿qué pasa con las que desaprueban? Si son dos –las llamadas previas– pasan de año y en algún momento deberán rendirlas, porque solo pueden adeudar dos. Pero si son más de dos y no las aprueban, repiten el año. Es decir, que deben cursar y aprobar nuevamente todas las materias. Aun aquellas que ya habían aprobado.
Lo que pretende este cambio es no volver a cursar las aprobadas, porque es verdad que no tiene mucho sentido volver a cursar lo que ya saben. Entonces, se les acompañará para que preparen las materias desaprobadas y las rindan, sin dejar de cursar el año siguiente… es decir, el año que corresponde. Esto sería hasta un máximo de cuatro materias. Y no lo harían solos y solas, sino que la escuela les proveerá de profesores que acompañen no solo para explicarles y ayudarles sino también para que no se cansen o se desinteresen. En el caso de que sean más de cuatro, las otras si deberán re cursarlas. Pero esto no impedirá que continúen el año siguiente. El re cursado podrá hacerse a contra turno, para no impedir el normal desarrollo de las clases en el año que estén.
Por supuesto que aquí hay algunas cosas que especificar. Por un lado, cuántas materias más de cuatro, cómo organizarían el re cursado en contra turno; qué pasa con las correlativas (es decir, si desaprobó por ejemplo matemática de 2°, se supone que no está en condiciones de cursar matemática de 3°); qué plazo hay para ponerse al día? cuál será la calificación numérica (¿aprueban con 4 o con7?).
En fin, esta es la explicación básica, pero como dijo el director general de Cultura y Educación Alberto Sileoni es necesario leer todas las bases. Hay un plazo de seis meses para poner en marcha esta modificación del régimen académico de nivel secundario. Durante ese tiempo, se formará y capacitará a profesores y directivos sobre su aplicación.
Se ve interesante esta consideración de las y los estudiantes, no solo como personas con derecho a que se le garantice su educación secundaria sino también a que se los considere sujetos que necesitan del acompañamiento del adulto, no solo de su familia sino también de los profesores que hacen de la escuela un lugar de crecimiento y valor cultural, social y de aprendizaje. Dejar de estigmatizar a los y las estudiantes con la etiqueta de “repitente” y tender siempre una mano para construirse a partir del conocimiento.