Creo que lo que dice la gente que se moviliza contra la reforma de la Justicia (al menos es lo que yo digo y creo que la mayoría dice) es que la Justicia que tenemos, está tramitando las denuncias de corrupción, gravísimas, en que supuestamente se incurrió durante los gobiernos del kirchnerismo, y de traición a la patria en el caso del anticonstitucional Memorándum de Entendimiento con Irán (ya que implicaría el encubrimiento a los responsables del atentado a la AMIA de 1994), como también está procesando las denuncias por espionaje ilícito y otros casos que se sospecha pudieron ocurrir durante el gobierno de Cambiemos.
Es sabido, por supuesto, que todo eso ocurre al ritmo que los tiempos políticos les marcan a los jueces, pero ocurre.
Unanimidad
Lo que dice, entonces, la gente que se moviliza contra la reforma de la Justicia (al menos es lo que yo digo y creo que la mayoría dice) es que existe una casi unanimidad acerca de que es necesario introducir reformas, pero que es ineludible hacerse con amplio consenso y, más que nada por supuesto, con el consenso popular que garantice que esos cambios, necesarios, imprescindibles, vayan en el sentido de instaurar una Justicia realmente independiente de los factores de poder, ya sean políticos, corporativos (religiosos, gremiales, etc.), fácticos.
Del mismo modo en que debería reformarse (esto lo digo yo solo), con idéntico consenso popular, el sistema electoral, sobre todo para posibilitar la participación de candidatos independientes por fuera de las estructuras partidarias existentes.
Porque, además, esto puede provocar, de modo automático, un cambio en la representación de los ciudadanos en el Poder Legislativo.