Aclaran convencidos que “ser montermoseños es un orgullo”. Aunque no hayan nacido en esta ciudad, y por más que hoy vivan rodeados de obligaciones personales y laborales y con todo a disposición en Bahía Blanca, mantienen latente la idea de volver.
Un bioquímico, un heladero y una empresaria en el rubro automotriz contaron que el hecho de haber sido criados en Monte desde muy chicos fue una bendición para sus vidas, y a medida que pasa el tiempo alimentan la ilusión de regresar, algunos pronto y otros sin mudanza planificada, pero siempre con el fin de liberar la mente y alegrar aún más el corazón en un lugar que sienten como propio.
Eugenio Ramiro Castro, Gonzalo Germán Amaro y Gladys Palacios dicen que en Monte “se respira otro aire”, y que en este momento las condiciones para ser habitantes estables son muy distintas a cuando ellos eran chicos, tiempos en donde la peatonal, la rambla y la zona céntrica no tenían el movimiento y la energía de hoy en día.
Eugenio nació en San Rafael (Mendoza) el 4 de noviembre de 1969, y fue por el trabajo de su padre (Mario), empleado de la empresa Agua y Energía Eléctrica, que arribó a estas tierras a los 7 años, cuando recién había arrancado la Escuela primaria. Antes había estado en Cruz del Eje y en Córdoba capital, pero este bioquímico recibido en la UNS asegura que en Monte gozó de una infancia súper feliz.
“Cuando a mi papá los trasladaron a Coronel Dorrego, en 1976, nosotros como familia nos fuimos a vivir a Monte, a la casa de mis abuelos. Estuve hasta 1983, ya había empezado el secundario y me había hecho de unos cuantos amigos, pero mi `viejo´ entró a laburar a la desaparecida financiera SIC, en Bahía, y nos fuimos para allá. Terminé el segundo nivel en el Colegio El Nacional y después en la Uni estudié lo que me gustaba”, admite el especialista en análisis clínicos de IACA Laboratorios.
“De todos los lugares por donde pasé, me quedo con Monte; todavía hoy, cuando veo crecer a mis hijos (Valentín, de 17 años, y Sofía, de 12), extraño cuando dejábamos la bicicleta en la vereda de un día para el otro o cuando dormíamos con las ventanas abiertas de par en par”, rememora el “bici-aventurero” Eugenio.
“La idea es jubilarme e irme para allá; me tira mucho la playa, caminar de espigón a espigón como decimos los que ya pasamos los 50”, comenta, sonriente, mientras se dispone a cruzar la plaza Rivadavia, principal ícono del centro bahiense.
“Por mi profesión, por el momento, no tengo otra opción que residir en Bahía, sobre todo porque en nuestro país no hay otro laboratorio con la tecnología, el nivel y la modernidad que distinguen al de IACA”, define quien está en pareja, desde hace tres años, con María Luján Aristizábal.
“Por tranquilidad y calidad de vida”, olvidate, Monte for ever…”, cerró como si lo estaría firmando con sangre.
De la redonda al helado
Gonzalo es el más “peque” de los tres entrevistados. El 12 de septiembre cumplió 32 años y dice que ya es momento para ir pensando en algún emprendimiento propio que lo haga volver a donde vivió durante casi dos décadas.
“Nací en Oriente, pero siendo bebé nos fuimos a Monte. Estudié en la Escuela Primaria Nº 1 (Florentino Ameghino) y en la de Educación Media Nº 1 (Ingeniero Esteban Dufaur). Cuando terminé el secundario, como todo adolescente rebelde, quise buscar otro rumbo, y Bahía fue la opción que elegimos junto a algunos compañeros”, esgrimió este emprendedor que aprovecha fines de semana largos, francos laborales y acontecimientos especiales para viajar a apoyar los pies en la arena, sin importar la estación o la época del año.
“Todos los domingos voy a alentar a mi amado Atlético, ahí jugué al fútbol hasta los 19, si no me equivoco llegue hasta la Reserva”, aclara antes de que se le pase por alto.
Sigamos: “El objetivo de venir a Bahía era para estudiar inyección electrónica, pero ese año el curso no se dio en la UTN. Como ya estaba alquilando y me había independizado, decidí quedarme. En 2011 entré a trabajar a una heladería que estaba en avenida Alem e Hirigoyen, pero era mi primer verano fuera de Monte, y nada me resultó fácil. Me empecé a volver loco, así que a los cuatro meses renuncié para pegar la vuelta”, argumentó Gonza.
“En Monte, en plena temporada hacés cualquier cosa para juntar el `mango´, pero yo veía que estaba grande para estar todo el verano ahí, y como necesitaba que mi vida de un giro de 360 grados, en marzo de 2012 retorné a Bahía, a donde estoy desde entonces”, comentó.
“Empecé a buscar laburo, que encontré a los cinco meses como heladero en la París”, indica el actual encargado –también atiende al público- de la sucursal de avenida Alem y Casanova.
“Muchos me preguntan `¿Bahía o Monte?´, y yo no dudo, hoy elijo Monte, es una opción que estamos evaluando con mi pareja (Ana Gómez, tresarroyense), quien por trabajo se encuentra residiendo en Monte. Y eso también tira…”, finalizó entre risas.
Palacios de Palacios
La historia de Gladys Palacios es muy particular. Nació en Tres Arroyos (22 de octubre de 1959), a los 6 años se vino a vivir a Monte con sus padres (Perla y Néstor) y su hermano (el «Chueco»), y a los 15 se puso de novio con José Luis Palacios, su actual marido, “Pepe” para todos los montermoseños.
Gladys Palacios de Palacios se puede percibir en el acta de matrimonio del 12 de mayo de 1978, cuando se casaron por civil en Coronel Dorrego (“mi papá tuvo que ir a firmar porque yo era menor de edad”, aclara) y por iglesia en Monte.
“Cuando Paola (la primera hija de los Palacios) tenía 4 años (ya llegó a los 42), decidimos mudarnos a Bahía porque `Pepe´ había adquirido, en sociedad, Recambios Delta (Centro Integral del Automotor, inyección electrónica y venta y colocación de equipos GNC)”, sostiene esta ama de casa devenida en empresaria (que mientras atendía el hogar trabajaba en un estudio contable), también mamá de Gabriela (38) y Matías (27), ambos bahienses.
“El 1 de abril de 1984 me sumé a la empresa y hoy con Pepe, con el que estamos juntos desde el día que nos conocimos, somos socios de la firma y llevamos adelante el emprendimiento familiar”, contó mientras seguía de cerca ciertas cuestiones administrativas.
“Nuestras vacaciones son siempre en Monte, en nuestra casa de casados (Pedro de Mendoza al 800), aunque estamos dejando todo en orden como para irnos a vivir definitivamente, seguramente en 2023”, indicó Gladys, quien adelantó que Recambios Delta SRL quedará en manos de Paola.
“Me encanta Bahía, pero Monte es relax, otra vida. Además, hay actividades todo el año, los inviernos no son crudos como antes y la ciudad cuenta con un montón de alternativas”, describe con cierta ansiedad.
Foto destacada: gentileza La Nueva
hola,hace unos 40 años mi mama compro una casita a medio terminar aca en monte,desde esa fecha mientras trabajaba,venia TODOS los fines de semana,hace unos 10 años que vine y no me fui mas,muy buena calidad de vida la tranquilidad de monte.