Saldos y retazos de la historia lugareña. El piano de Leif en buenas manos

Como bien dice Néstor Machiavelli «siempre atenta para recoger saldos y retazos de la historia lugareña», Naty Di Martino logró dar con el piano de Leif Larsen.

Sabiendo que la vivienda del entrañable personaje montermoseño había sido vendida desarrolló una paciente búsqueda interesada en el destino de los innumerables “tesoros” que podrían conservarse en ella.

«El inexplicable valor de las cosas simples. Encontramos el piano de Leif», escribió Natalia luego de contactar a los actuales propietarios, quienes le confirmaron que no solo lo conservan sino que lo están restaurando.

Con la generosidad que la personifica, compartió la noticia con el periodista y realizador audiovisual para que fuera el primero en darle difusión a la primicia.

Machiavelli respondió de inmediato al convite, rescatando además un material fílmico imperdible, con Leif al piano interpretando un clásico gardeliano.

Después, se sumó la hija del “Dim” con un relato nacido de su felicidad por el rescate de otra de «aquellas pequeñas cosas que hacen a nuestra raíz».

Machiavelli: Leif siempre está

Aunque no lo veamos, siempre está y de pronto irrumpe entre nosotros. En buena hora. Esta esta vez llega de la mano de una gran iniciativa motorizada por jóvenes que restauraron el piano de Leif, que es como devolverle vida al gran danés. 

Me lo confirmó Natalia Di Martino, siempre atenta a saldos y retazos de la historia lugareña que recoge pacientemente y con el que rearma el rompecabezas de sus años felices junto a la familia en Monte Hermoso.

Ya Natalia les contará detalles del piano, sus restauradores y donde se expondrá para visitarlo. Ahora es buen momento para un estreno del material que atesoro de Leif y nunca se vio.

Por primera vez, rodeado de partituras, perros y gatos, Leif interpreta en su piano desafinado el clásico de Gardel «El día que me quieras».

 

Natalia: el piano en buenas manos

A veces me pasan cosas que me llenan el alma.

El inexplicable valor de las cosas simples.

Encontramos el piano de Leif, aquel piano en el que se sentaba a recordar sus años más felices junto a sus papás y a sus hermanos.

El progreso, tan necesario como inevitable, a veces me asusta un poco.

Supongo que el miedo tiene que ver con perder de vista aquellas pequeñas cosas que hacen a nuestra raíz. Esa raíz que para vivir necesita agua de mar y viento con sal.

El piano está en buenas manos. Lo están poniendo en valor para que en poco tiempo todos puedan disfrutar de su música, pero en especial, de su historia al lado de nuestro querido e inolvidable Leif.

Gracias Néstor Machiavelli por compartir conmigo la pasión por esos tesoros que no son de oro y plata.

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