La crisis de valores que atraviesa la política global se manifiesta en la creciente preferencia por la violencia en lugar del diálogo. En lugar de buscar soluciones a través de la persuasión y la colaboración, los líderes mundiales han optado por el uso de la fuerza, una elección que deja devastadoras consecuencias para las poblaciones.
Esta dinámica evoca una analogía con la Edad Media, un período marcado por la opresión y la violencia, donde la moral y la ética eran relegadas. A pesar de los avances tecnológicos, parece que la humanidad retrocede hacia un estado de barbarie, dejando tras de sí un legado de sufrimiento.
¿Cómo podemos salir de este laberinto contemporáneo? El escritor argentino Leopoldo Marechal afirmaba que de todo laberinto se sale por arriba. Sin embargo, la política actual se caracteriza por un pragmatismo vacío de valores, donde los intereses económicos prevalecen sobre la dignidad humana.
Encíclicas papales como «Pacem in Terris» y «Caritas in Veritate» subrayan la necesidad de una ética centrada en la justicia social y la solidaridad, contrastando con la realidad en la que el poder y el dinero dominan las decisiones políticas.
Los políticos parecen perpetuar un ciclo de violencia que arrasa ciudades y pueblos, dejando profundas cicatrices en las comunidades. Las guerras no solo destruyen físicamente sino que también aplastan la esperanza y la dignidad de los pueblos. En este contexto, el Papa Francisco resalta que la guerra es una «negación de todos los derechos» y tiene graves repercusiones para el medio ambiente y las culturas locales.
Este escenario nos plantea un desafío tanto político como espiritual. La política debería estar al servicio del ser humano, pero se observa una tendencia a despojarlos de su dignidad. Para salir de este laberinto, es crucial recuperar los principios morales en la política, fundamentados en la dignidad humana y el bien común. Esto implica un cambio de conciencia, no simplemente una acumulación de poder o tecnología.
Las encíclicas papales nos ofrecen una perspectiva desde las alturas. La verdadera paz, como se señala en «Pacem in Terris», solo puede alcanzarse a través de la justicia y el amor, no mediante la violencia. «Caritas in Veritate» enfatiza que el desarrollo debe basarse en la verdad y la solidaridad, no en el lucro desmedido.
Para los líderes políticos esto implica un cambio de enfoque: priorizar el bienestar de las personas, especialmente de los más vulnerables, sobre el poder y el dinero. Debemos enfatizar la justicia social y la comunidad organizada, situando al ser humano en el centro de la política y promoviendo un Estado al servicio del pueblo que garantice derechos básicos, como el trabajo, la salud y la educación.
La política actual parece haber olvidado los principios del Evangelio y de la Doctrina Social, que nos instan a restaurar el respeto por la vida humana y la dignidad de cada individuo, así como la responsabilidad social de los líderes. Como humanistas y cristianos, debemos exigir una política que recupere su dimensión ética y moral, permitiendo que el diálogo sustituya a la violencia, priorizando el bien común sobre los intereses individuales.
Salir de este laberinto implica una elevación moral, volviendo a los principios de justicia social y construyendo un orden político fundamentado en el amor al prójimo. Como señala el Papa Francisco, debemos soñar con un mundo posible, donde la paz, la justicia y la fraternidad sean los pilares de nuestras relaciones humanas y políticas. En este camino, es esencial reencontrar el sentido de la vida humana como sagrada y trabajar juntos hacia un Planeta Tierra más solidario y justo.
*Los resaltados son de la redacción