Cada 8 de diciembre en los hogares argentinos se repite la rutina de armar el arbolito de Navidad.
Es el día destinado y varias son las explicaciones que lo fundamentan, aunque lo cierto es que ese día la familia a pleno destina su atención a esta ceremonia que es alegría de los más pequeños y celebración familiar, para armar el arbolito el día de la Inmaculada Concepción de María.
De tal modo, resulta ser una festividad religiosa, ya que se alude al día en que María (la madre de Jesucristo) fue concebida ya con el destino de ser gestante del hijo de Dios, sin pecado original, dogma proclamado por el Papa Pio IX en 1854, lo que la hace un símbolo de pureza y de preparación para la venida de Jesús al mundo. Por eso esta es la fecha elegida.
Sin embargo, esta costumbre no nace desde el cristianismo sino que la mayoría de los investigadores coinciden en que los primeros homenajes con un árbol lo hicieron los celtas, quienes el 8 de diciembre celebraban el nacimiento de Frey, el dios del sol y la fertilidad, y le rendían homenaje con un árbol (que era un roble).
A partir del siglo VIII, San Bonifacio le otorga otro significado al elegir un pino, por sus hojas perennes que permanecen vivas en todas las estaciones, y se lo considera “el árbol de la vida” por este motivo.
Para los cristianos significa el amor a Dios y representa a la Santísima Trinidad por su forma triangular y además porque el extremo superior apunta al cielo en clara alusión al amor a Dios. En Alemania, a fines del siglo XVI, se le daría forma al árbol de Navidad moderno, que se arma para celebrar el nacimiento de Cristo y se le cuelgan diferentes objetos cargados de simbología.
Las decoraciones originales consistían en colgar manzanas rojas, que simbolizaban el pecado original, y velas, que representaban la luz de Cristo. Sobre fines de 1800 un electricista estadounidense llamado Edward H. Johnson fue el primero en colocar luces eléctricas en un árbol navideño reemplazando las velas, y esto quizás marcó una nueva etapa.
Se comenzaron a incorporar otros objetos con distinta simbología, como por ejemplo la estrella que se pone en la punta del árbol, la que representa la estrella de Belén, y si se le pone un angelito representa al ángel Gabriel. También la tradición indica que cada año hay que agregar un objeto nuevo, y que el mismo árbol no puede permanecer más de siete años en el hogar.
Algunos elementos que no pueden faltar en el arbolito son las bolas, generalmente doradas o plateadas, el moñito, las estrellas, flores bastoncitos, campanitas o cascabeles, haditas y ángeles; y todo aquello que sea significativo para la familia en esta fecha tan especial.
También pueden colocarse al pie cartitas, mensajes y saludos de fin de año, dibujos o manualidades de los más pequeños, y todo aquello que querramos resaltar para dar gracias por lo recibido en un nuevo año que está llegando a su fin.
Así que el 8, buscar un lugar estratégico de la casa, colocar el árbol ahí; luego se ponen las luces y se encienden para ver que quedan parejas. Luego los adornos, la punta, que debería ser una estrella, y al final se completa con guirnaldas de colores o rayitos de guirnaldas metalizadas. Algunos le ponen una especie de nieve, pero eso queda a elección, ya que en nuestro país la Navidad es en verano.
Para completar, asociándolo al acontecimiento de la Nochebuena y del 25, le agregamos un pesebre debajo del arbolito, justamente donde el niño Jesús recibirá los regalos.
Esta celebración permanece en el hogar hasta el 6 de enero del año siguiente, que es después de la llegada de los Reyes Magos con regalos para los niños, en una clara simbología de homenaje al niñito Jesús que vino a este mundo a salvarnos.