Señorita. El dulce adjetivo disparador de recuerdos de infancia

Señorita

Qué manera dulce de utilizar un adjetivo para nombrarlas.

No importaba si eran jóvenes o veteranas, lindas o no tanto. No importaba el talle ni el estado civil. Todas eran señoritas. Es más, las veíamos señoritas de eterna juventud aunque estuvieran cerca de la jubilación.

El adjetivo las igualaba, hacía las veces de guardapolvo blanco que  escondía debajo a la vecina de pueblo que al cruzar el umbral de acceso era una señorita más de la escuela.

Crecimos y nos educamos entre señoritas, la de segundo, la de cuarto, la de sexto. Aun hoy decimos el grado y es un disparador, en el aire se dibuja el rostro y el aura de cada señorita que pasó por nuestra infancia, con su impronta y su dulzura.

Es cierto, fue durante años donde la docencia era mayoritariamente femenina. Hoy las aulas están pobladas por hombres y mujeres de guardapolvo blanco.

En buena hora que así sea.

De cualquier manera, feliz día, inolvidables señoritas.

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