“Si sos fotógrafo, Monte Hermoso es el lugar perfecto para inspirarte, existen infinitos disparadores para imágenes inolvidables”

Gustavo Alejandro Pirola es palabra autorizada para referirse al arte de “reinterpretar la realidad y retratarla para siempre”. Con 46 años dedicados exclusivamente a la profesión, este bahiense de 65 años, remarca con orgullo: “En la playa montermoseña, en 1989, saqué la foto que me permitió ganar mi primer premio Cóndor”. Una historia que merece ser ‘revelada’.

Gustavo Pirola revela su conexión afectiva y profesional con Monte Hermoso

¿Se puede describir a Monte Hermoso en una foto?

No fue una pregunta al aire, ni siquiera era parte del cuestionario, pero fue lo primero que se me ocurrió cuando me senté, frente a frente y café mediante, con un avezado en el arte siempre vigente de “reinterpretar la realidad y transformarla en imágenes”, tal como se define a la fotografía.

Gustavo Alejandro Pirola es bahiense, tiene 65 años y entre sus archivos más preciados de casi cinco décadas de profesión guarda una muestra con revelados encastrados en cuadros que refleja, desde el punto de vista artístico, el pasado y el presente de Monte Hermoso en el último medio siglo.

“Esa muestra, con 26 postales, la presenté hace unos 20 años en lo que antiguamente fue la sala de convenciones de la Municipalidad, en el centro montermoseño, y hace un mes, tras una selección más exigente (20 fotos), la expuse en el salón del Banco Creedicoop de Bahía Blanca. 

Gustavo Pirola y su esposa Mónica durante uno de sus tantos veranos en Monte Hermoso

Más allá de que no pasa de moda, lo más relevante es apreciar imágenes con objetos o paisajes característicos de Monte que ya no existen”, resaltó este “retratista” criado en el barrio Pacífico, con pasado de futbolista y basquetbolista en el verde de Bahía.

“Fue una enorme satisfacción haber podido llevar a cabo esa muestra, que en definitiva es una condensación de los momentos más felices que viví con mi familia en Monte Hermoso”, señaló el hijo de Adolfo, ideólogo, constructor y fundador del estadio de fútbol de Pacífico, siempre en Terrada al 2.200.

Enseguida reaccionó y volvió a la pregunta del principio.

“Nunca pensé si se podía retratar a Monte en una foto, pero retrocediendo en el tiempo creo que sí, que antes, en la era del `rollo´ analógico, en los `70 o en los `80, era más fácil, porque en ese momento Monte no se había desarrollado como la gran ciudad que es ahora. Si cierro los ojos, puedo imaginar que la imagen perfecta sería un atardecer con la puesta del sol en el mar, un médano y el espigón -un clásico- de fondo, una foto que hoy no se podría realizar”, fantaseó, mientras apoyaba sobre la mesa la cámara Canon M 50 sin espejo, este “veterano” captador de momentos, casado desde hace 43 años con Mónica Ojunián, padres de Marilina (41 años) y Regina (38), y abuelos de Juana (13), León (7) y Vera (3).

“Ahora no veraneo tanto como antes, pero adoro Monte, la mejor playa argentina. Estuve en marzo pasado y me sorprendí con el progreso y su crecimiento; ediliciamente aparecen imponentes obras sobre la rambla o la costanera, pero lo que más me agradó fue ver a obreros municipales, post temporada, delimitando y marcando sendas peatonales, algo que antes, la verdad, no se percibía”, indicó el dueño de Foto Aries, local que hoy funciona en 11 de Abril 586 de Bahía Blanca.

Vista de Monte Hermoso desde Pehuen Có

“Por eso te reitero, resumir a Monte en una foto ahora sería complejo, aunque siempre fue un lugar inspirador y motivador para el artista. Tal vez hoy elegiría sacar más en el casco urbano, a las calles, al movimiento comercial y gastronómico, una oferta que en la actualidad Monte ofrece durante todo el año y no solo en los meses de verano”, detalló mientras mostraba, orgulloso, la revista nacional “Foto Mundo”, que ya dejó de salir pero que en la edición de mayo de 2005 tiene como portada la foto “Clausurado” y la firma de su autor: Gustavo Pirola.

Esa misma imagen, con un cartel que no permite el acceso al muelle este, el que estaba camino al Sauce, recibió una mención especial en el concurso Casa Schwearz, de Capital Federal, en 2004, y segundo premio -el mismo año- de la Revista Foto Española (en la categoría Gran Angular), sitial que lo hizo acreedor a dos lentes de alta fidelidad que en el mercado actual tendrían un costo aproximado de 2.000 dólares cada uno.

“Los gané en buena ley, pero por complejidades de la aduana nunca pudieron entrar al país y, por consiguiente, jamás llegaron a mis manos”, relató con un dolor que no menguó con el paso del tiempo.

“Te digo más, ese día, el de `Clausurado´, solo saqué dos fotos analógicas, me apuré porque el cielo estaba oscuro y asomaba una tormenta terrible. La idea era ir hasta el faro, retratar los rayos y las luces que prendían y apagaban en el horizonte, pero fue imposible: en un abrir y cerrar de ojos se levantó un viento de 60 kilómetros por hora y la sudestada hizo que el agua suba por encima de la rambla. Gatillé sin saber lo que estaba sacando, algo que solía suceder en aquellos tiempos, pero después, cuando revelé, me di cuenta que la foto estaba llena, con una tormenta negra detrás que no necesitó digitalización ni “photoshop”, detalló este hincha de Estudiantes de La Plata.

“Fui parte del Monte natural y también de este en constante avance arquitectónico. Hoy en día no me desespero por el paisaje, más allá de que la atracción por el mar es irresistible. No lo cambio por la montaña ni loco, esa inmensidad de agua salada me transmite una calma interior que no consigo en ningún otro espacio de la vida misma. ¿Se entiende?”.

– Claramente.

– Estar frente al mar, conversando, tomando mate o caminando, te baja los decibeles, te libera las tensiones y te permite valorar lo que sos y lo que tenés. Es el lugar convocante en mis ratos libres o cuando me voy de vacaciones. Como familia, el proyecto fue comprar una casa en Monte, pero al no poder, económicamente hablando, elegimos Pehuen Co, del cual estamos enamoradísimos. Igualmente, poder tener algo en Monte siegue siendo una alternativa pendiente.

“Me quedé tildado con la famosa foto del atardecer, con el sol recostándose en el mar, ¡que lindo!… Aunque a esa postal clásica le agrego los médanos, con el fin de poder apreciar los colores con el reflejo del agua en la arena. Es una imagen imposible de conseguir en otro lado. Con la cámara en la mano, a orillas del mar, la cabeza se te vuela, y te puedo asegurar que encontrás infinitos disparadores para fotos inolvidables.

– A propósito, ¿la cámara va con vos a todos lados?

– Ni hablar, es parte de mi cuerpo, soy esclavo de mi equipo, al que cuido como si fuera un hijo. Muchas veces no lo uso, pero si no lo llevo, seguro encuentro esa foto que sí o sí tengo que tener, y eso no me lo perdonaría. Es una obligación estar con la cámara encima, y no es casualidad que en su momento me haya tenido que operar de una hernia de disco por “hombrear” el bolso millones de veces al día durante 46 años.

Amor eterno

“¿Cómo sobrevive un fotógrafo hoy? Una buena pregunta”, manifestó mientras se mordía el labio inferior tratando de dar la mejor respuesta.

“Me voy a referir a lo mío, que soy fotógrafo y además tengo una casa de fotos. Hay posibilidades de progresar y vivir dignamente de la profesión, hay gente que realiza excelentes trabajos, pero esa gente tiene como exclusividad ser fotógrafo. Se dedican a su labor y a su clientela, nada más, y no les va mal”, sintetizó antes de reflexionar sobre el avance y la modernización de la fotografía.

“El negocio nuestro era de una complejidad absoluta, atendíamos hasta el sábado al mediodía; a la noche hacíamos sociales en algún cumpleaños o casamiento, el domingo tenías alguna que otra fiesta familiar y el lunes había que abrir otra vez. La era digital fue cambiando las costumbres y las formas de trabajar, así que a Casa Aries no le quedó otra que achicar, ajustar y reinventarse. La industria nacional nunca desarrolló un potencial que le permita a los fotógrafos no depender de la importación, en un momento se dejaron de fabricar equipos en nuestro país y ese fue el comienzo de una elección: subsistir o desaparecer.

– ¿Cuáles son las diferencias entre las fotos analógicas y las digitales?

– A la hora de entregar un buen trabajo, lo digital, que cuenta con numerosas ventajas, siempre lo vale. Hoy son todos fotógrafos, los costos han bajado, por eso muchos se animan a sacar fotos por un presupuesto menor al que le puede pasar cualquier profesional.

“Cuando sacabas con rollos en un evento del fin de semana, cortabas clavos hasta el martes, que era cuando revelabas, Recién ahí te dabas cuenta cuántas fotos servían para el famoso álbum familiar. Parece que estamos hablando de hace un siglo atrás, pero no, así nos manejábamos hace 20 o 30 años. Y no era fácil ehhh”.

– ¿Se sigue revelando?

– Tecnológicamente no, pero en mi negocio todavía revelamos color y blanco y negro, aproximadamente dos rollos por mes. Lo ofrecemos como un servicio, el ingreso pasa por otro lado, por las fotos para pasaportes o por la venta de portaretratos, pilas, tarjetas de memorias y soportes para teléfonos celulares. Antes te pedían todas las fotos de un rollo de 36, ahora solicitan dos muy puntuales del nene en el jardín o una ampliación para un cuadro.

– Fotógrafo, ¿se nace o se hace?

– Hoy tenés la tecnología a tu disposición para convertirte en fotógrafo, solo hay que ser constante. En mi época era prueba y error, en los cursos era sacar una foto y anotar para que después, en el resultado final, coincidan el tipo de diafragma y la velocidad de disparo.

“Hoy, el metadato, en el archivo digital, te permite ver cómo salió la foto en el momento. Si no te gusta, la borrás y listo. Cualquiera que no sepa, con una tarjeta de 1000 imágenes, saca en una fiesta, y de la cantidad consigue la calidad. Siempre decimos lo mismo: ¡al menos 100 va a rescatar!. Si en los tiempos que corren no aprendés a ser fotógrafo, es porque no naciste para serlo. Creo que te contesté la pregunta.

– Sí, perfecto.

– Más allá del conocimiento, está el temple del fotógrafo. Antes había que tener espalda para conseguir fotos sabiendo que prácticamente no tenías margen de error, además de tener que entender y poder manejar psicológicamente a los clientes.

“También está la otra, lo que me da la seguridad de que la gente sabe cada vez menos de fotografía. Con los filtros y los retoques, muchos se pasan de mambo, abusan de la tecnología, trasforman buenas fotos en imágenes horribles. Y cuando están frente a vos, te dicen: `está buena, me gusta´. En el celular se ven hermosas, pero al pasarlas al papel quedan espantosas. Ha bajado el nivel de exigencia, y no se si eso es bueno o malo”.

– ¿Cuál fue la mejor foto que sacaste, si es que hay una especial?

– La que le hice a mi papá (Adolfo), en 1989. Se llama “A mi madre”, es una foto de estudio que salió tal cual la pensé, algo que no siempre sucede. Lo muestra a mi `viejo´de cuerpo entero, con su acordeón, un clásico de lo que era él: un tipo moderno. Con esa foto gané el segundo premio Cóndor de la Federación Argentina de Fotografía.

– ¿La podemos publicar en esta nota?

– Sí, ¡cómo no!.

– Seré curioso: ¿cuántos premios Cóndor tenés en tu haber?

– Gané tres, pero el primero fue el que más me impactó, lo obtuve con una foto que saqué en el triatlón de Monte, un espectáculo magnífico. La toma la capté en la cuadra donde se ubica el hotel La Goleta, frente al mar, y esa foto dio la vuelta al mundo. ¿Sabés qué es lo curioso? Que nunca supe quien era el triatlonista. Ahora que sale esta nota me gustaría averiguarlo, aunque no es una tarea sencilla. Tené en cuenta que fue en 1989.

– ¿Y el tercero?

– Dos años después, una foto que se hizo icónica con el paso del tiempo. Lleva el título de “Pequeño Gigante”, y muestra a Marcelo Richiotti (jugador de básquet de Pacífico) haciéndole frente a un norteamericano gigante de River. No hace más que sintetizar lo que fue el paso de Pacífico por la Liga Nacional.

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