“La historia nos va a juzgar”, fue el remate del intendente Alejandro Dichiara al examinar “si los métodos fueron los mejores o no”, con referencia a su decisión de cerrar por la pandemia el acceso a la ciudad durante tantos meses.
Fue en el discurso de apertura del 38º período de sesiones ordinarias del Concejo Deliberante, el pasado martes.
“Hicimos lo que creímos que teníamos que hacer”, se justificó, reconociendo que eso “trajo el disenso en nuestra propia comunidad porque perjudicaba a nuestra economía”. Se ocupó de aclarar que “no hubo hijos y entenados, fue para todos por igual”.
Pidió disculpas no solo a los vecinos sino también a los no residentes que se vieron impedidos de ingresar, pero con una advertencia: “no estamos arrepentidos de nada, todo lo contrario”.
Reflexiones
Sin ánimo presuntuoso de aportar párrafos a un hipotético juicio histórico sino con la simple intención de contribuir al debate, van estas reflexiones.
Justo es señalar el acierto de la decisión inicial del confinamiento, justificado en la incertidumbre sobre los alcances y propagación de un enemigo extraño, invisible, artero, y en la necesidad de adecuar preventivamente el sistema sanitario.
Lo que estuvo en discusión, pasado un cierto tiempo, fue la prolongación de férreas medidas restrictivas, objetadas no sin razón por menoscabar o cercenar el goce de derechos esenciales de las personas, disfrute que mayoritariamente no se reclamó pleno sino condicionado por lo que requería la situación de emergencia.
Es eso, precisamente, lo que generó el disenso al que hace referencia Dichiara en su presentación ante los ediles.
Disenso fundado en la incertidumbre, en la imposibilidad de planificar su economía ante el futuro incierto, por el que atravesaron autónomos, cuentapropistas, emprendedores, empresarios o comerciantes, acostumbrados a valerse por sí mismos, sin dejar de valorar la ayuda estatal que la mayoría de ellos recibió.
Ante el dilema que estaba planteado, resulta medular señalar el ensimismamiento, el propio confinamiento de las autoridades en su seno para la adopción de las medidas. Actitud por cierto asumida no solo por los representantes locales sino observada en todos los niveles, comenzando por el propio gobierno nacional muchas veces cuestionado por escuchar solo unas voces y obedecer asesoramiento solo de algunos pocos.
Un caso que ilustra en los hechos lo que estamos apuntando, es el de la educación. Mientras agrupaciones de padres, apoyados por datos irrefutables de la ciencia sobre la salud emocional de sus hijos no encontraban forma ya de reclamar por lo que consideraban imperante para el bien de los suyos (el regreso a las aulas), recién sobre el fin del ciclo lectivo fue tímidamente habilitado un inadecuado protocolo, tal vez para evitar el desenfreno pero sin una escucha real de las necesidades que se planteaban. Hubo que esperar, en efecto, a comienzos de este nuevo ciclo para ver concretadas algunas medidas que aún, todavía, se juzgan incompletas.
La democracia implica diálogo, debate, decisiones consensuadas, el reconocimiento y la aceptación del otro, del que piensa distinto.
Es evidente, además, volviendo a la exposición de Dichiara, la contradicción entre el pedido de disculpas que formuló el intendente a propietarios por no permitir que salgan y a no propietarios que entren, con la consiguiente confesión de no arrepentirse de nada sino todo lo contrario.
Incluso podría achacársele a la decisión del encierro, de cerrar las puertas de la casa común por tanto tiempo, un comportamiento insolidario, hasta cierto punto egoísta, mezquino.
Pasado el primer tramo de la cuarentena, que contó con la adhesión casi unánime de la ciudadanía, la extensión prolongada del encierro extremo generó más que justificadas reacciones y no poco descontento entre los vecinos montehermoseños, no siempre atendidas por el gobierno municipal.
Para el caso específico de los no residentes, no debió dejar de considerarse, además, que se trata de contribuyentes, que, valga el juego de palabras, contribuyen a que nuestra ciudad pueda ser cada vez más cálido cobijo de quienes deciden visitarla, turistas o veraneantes.
No puede soslayarse que Monte Hermoso vive de, por y para recibir a quienes la eligen como destino turístico, que la hospitalidad y la belleza del balneario, de la naturaleza que lo envuelve, es motivo de orgullo de autoridades y habitantes, de todos los que residen de forma permanente o no.
Lo que se viene
Ahora acaba de anunciarse una nueva batería de restricciones ante probables “nuevas olas” y aumentos de casos. Como todos, bregamos por el invocado equilibrio, siempre citado por Dichiara, entre salud y economía, sin dejar de considerar la dificultad que implica ello en la práctica, a la hora de tomar decisiones.
Acaso sea necesario para algunos receptar aquellas disculpas con buena fe. Y considerarlas todos un estímulo para el necesario e imperante diálogo. Deseamos que exista ese punto de encuentro para facilitar el consenso que devenga en la toma conjunta de decisiones.
Hemos visto todos, por lo demás, en los últimos meses especialmente, la encumbrada participación del intendente en asuntos de la política partidaria a nivel provincial e incluso nacional, acompañada también de una inusual exposición mediática en importantes medios.
Cuan acertado se juzgaría, creemos, favorecer con ese mismo ahínco el necesario proceso de diálogo al que hacemos referencia.
Al mismo tiempos nos preguntamos y preguntamos, ¿estamos dispuestos unos y otros a tal proceso que implica renuncias? ¿Qué alcance tiene en lo concreto la democracia invocada hasta el cansancio pero no siempre vivida ni mucho menos aplicada a la política real de todos los días?
La democracia, lo recalcamos, nos exige y, más que nunca en este tiempo de emergencia, nos obliga a una grandeza excepcional, que pueda atravesar partidismos, rivalidades, enfrentamientos y hasta los fantasmas que arrastramos del pasado.
Y que el compromiso sea común, como lo estimulamos, para el bien de todos.