A raíz de la difusión de un relato de Natalia Di Martino tras la visión de un video filmado por su padre el día que iniciaron la demolición del viejo Museo de Ciencias, como publicamos ayer, surgieron cientos de voces de evocación y reconocimiento al recordado Dim.
Lo que sigue es una espontánea pintura en palabras de nuestra colaboradora Mónica Carmelino bocetando la peculiar figura de Vicente Di Martino.
Recuerdo mucho a Dim…. en su incansable tarea de búsqueda y reconocimiento de las piezas fósiles halladas; el visibilizarlas, el mostrarlas y tal como cuenta su hija, armar el museo con sus propias manos.
Contar con su propia voz, enseñar con su sabiduría y su pasión; generar entusiasmo para que las escuelas llevaran a los niños y allí aprendieran qué fue nuestra historia.
Había mandado a hacer (o los hizo él, no se) unos grandes murales, dibujados, sobre las distintas etapas geológicas en este lugar, con su flora y fauna característica, de acuerdo a cada época.
El otro día estuve charlando con Maxi Retamozo (el nuevo director del museo) y le pregunté por ellos, porque vos te parabas delante de cada uno y Dim te iba contando la historia de tu propio suelo. Me dijo que él los había hecho sacar y los reemplazaron por unos flyer muy coloridos pero poco artesanales.
Dim tenía un relato entusiasta, se le iluminaban sus ojos azules cuando contaba sus aventuras arqueológicas.
Recuerdo en aquellos fríos inviernos de Monte a Dim y a Patricia, su esposa, con las nenas pequeñas, todos en el Mehari con sus pelos al viento y sus narices frías, yendo de un lugar hacia otro a descubrir nuestras raíces. Todo con poco dinero pero con mucho entusiasmo.
Es verdad que Dim fue un bohemio, pero también fue un ser iluminado, que dejó su energía, su esperanza y su ilusión en beneficio de todos nosotros, los que hoy recordamos su labor. Nunca pidió nada a cambio, nunca renegó de las migajas que le daban ni del escaso reconocimiento.
Por suerte hoy, una de sus hijas nos lo trae en el relato para que no lo olvidemos.
Dim, un loco soñador. Enamorado de los misterios de nuestras playas y de las historias que surgían de los restos que día a día buscaba y hallaba. Y como dice Natalia, tendría que haber dicho todas esas cosas que se guardó. Y este pueblo le va a deber siempre el reconocimiento que se merece.
Me acuerdo que cuando aún el museo estaba en la vieja rambla, que era un lugar pequeño pero muy prolijo, había preparado un paseo de recorrido por el lugar. Llegabas, pagabas la entrada y te entregaban un walkman con auriculares. Te los ponías y ahí comenzabas el recorrido con la propia voz de Dim ¡detallándote cada cosa que estabas viendo! ¡Un adelantado! En esa época, apenas si teníamos un radiograbador en casa.
Un último recuerdo: fuimos a visitar el nuevo museo (allí en el Centro Cívico) con los chicos de la escuela especial 501 donde yo trabajaba. Previamente le habíamos dicho a Dim que tratara de que su relato no fuera muy complejo para que los chicos lo pudieran entender (teniendo en cuenta las características de nuestros pequeños). Cuando llegamos, había armado un camino que atravesaba todo el salón, desde el acceso hasta el final, dando después una vuelta hacia la izquierda y terminando en una especie de rincón en el centro. Eligió a algunos chicos y los fue parando en distintos lugares. Y a partir de eso, les fue contando. Vos, sos la era cuaternaria… vos sos la aparición de tal megamamífero…. y así fue referenciando los momentos con los chicos. Un relato tan atrapante y tan claro que aún hoy pienso que ni siquiera a un docente preparado didácticamente se le hubiera ocurrido.
Al final, todos terminábamos en ese rincón en el centro, que era la época actual. Y ahí él había seleccionado especies de la actualidad, que nos traían de su relato, desde aquel momento hasta el día de hoy.
¡Maravilloso! ¡Genial! Ese es el Dim que recuerdo. ¡Un bello recuerdo!