Hace casi 110 años, el 10 de abril de 1912, embarcó con la ilusión de cruzar el océano en un barco “indestructible”.
La bahiense, sin saberlo, se convertiría en protagonista (y héroe) de una de las catástrofes que más conmocionaron al mundo.
El Titanic probablemente sea el barco de mayor fama de la historia. Tardó tres años en construirse. Y solo navegó cuatro días. Después, el horror.
Esta es la historia de Violeta, relatada por Matías Bauso en el portal Infobae, en una nota que incluye a otro argentino, un cordobés, también protagonista heroico de aquel suceso.
El Titanic llevaba a bordo 2.223 personas, de las que solo se salvaron 705. El resto terminó en el fondo del mar. El viaje desde Southampton a Nueva York prometía ser histórico. Lo fue pero por otro motivo, trágico: su hundimiento.
Magnates, empresarios, políticos, otros influyentes y adinerados personajes, ocupaban la primera clase. En el resto del barco iban familias enteras que no conocían el turismo ni el confort: pretendían llegar a Estados Unidos para empezar una nueva vida y dejar atrás el dolor.
El Titanic era, se decía, el barco de mayor seguridad en el mundo, nada podía pasarle, pero el choque con el iceberg mostró lo contrario. La descontada invulnerabilidad de la nave hizo que no se preocuparan (nadie lo hacía en la época) por los botes salvavidas. En ellos había espacio nada más que para 1.178 pasajeros. Más de la mitad de las personas a bordo no tendría lugar en los botes.
La bahiense Violeta Constance Jessop era una de las escasas mujeres que integraban la tripulación. Eran tan solo 23, que trabajaban como camareras. Ella atendía mesas en un salón de lujo de primera clase.
Violeta consiguió un lugar en un bote salvavidas conminada por un oficial que les exigía a algunas trabajadoras que subieran y dieran el ejemplo a las pasajeras, ya que nadie quería aventurarse en las pequeñas estructuras de madera: las pasajeras seguían tomadas de los brazos de sus maridos.
Todavía no eran conscientes de que no había lugar para todos. Uno de los tripulantes le puso, intempestivamente, un bebé en sus brazos. Ella lo abrazó y decidió que el mar no se lo arrancaría. Lo cuidó con desesperación hasta la llegada del rescate.
Pero ya en cubierta del Carpathia, una mujer envuelta con una manta llegó corriendo hasta ella y le arrancó el chico de los brazos mientras lo besaba entre lágrimas y gritos. La madre, cuando ya casi no tenía esperanzas, había recuperado a su hijo. En medio de la confusión le había dado la criatura al marido pensando que estaría más seguro en sus brazos pero alguien de la tripulación se lo quitó para ponerlo a salvo en un bote.
Varias décadas después, cuando Violeta ya era una anciana, alguien que no se identificó llamó a su casa para decirle que era ese chico y para agradecerle que le había salvado la vida.
Triple sobreviviente
Violeta había nacido en Bahía Blanca. Era la mayor de nueve hermanos. De chica se enfermó de tuberculosis. Toda la familia se mudó a Mendoza para que el aire andino mejorara su salud. Pero su padre murió y entonces la familia se trasladó a Inglaterra. Su madre, para mantener a los nueve hijos, comenzó a trabajar como camarera en distintos barcos. Violeta, apenas pudo, siguió sus pasos. A partir de ese momento trabajó 42 años en el mar.
Pero el rasgo distintivo de Violeta, lo sobresaliente en su historia de vida, es que no solo sobrevivió a la debacle del Titanic sino también a otras dos. Violeta Jessop sobrevivió a tres naufragios. Probablemente un récord mundial.
En 1911, el Olympic chocó con un barco de guerra. El capitán del crucero era Edward Smith, el que luego comandaría el Titanic donde moriría cumpliendo otra ley del mar. La segunda vez, se sabe, Smith no tuvo tanta suerte como la primera en la que casi no hubo víctimas fatales.
Pero estos dos experiencias traumáticas para cualquier otro no amedrentaron a Violeta, que siguió surcando los mares. En la Primera Guerra Mundial fue alistada en el buque Britannic, un barco hospital en el que ella oficiaba de enfermera.
El 21 de noviembre de 1916, el Britannic (que antes se llamaba Gigantic pero fue rebautizado para que el nombre no fuera asociado con el Titanic) fue hundido en el Mar Egeo. El barco se precipitó en las profundidades a gran velocidad. En menos de una hora desapareció de la superficie. Eso no dio tiempo al orden en la evacuación.
Varios botes salvavidas fueron tragados por las hélices. Violeta se tuvo que tirar al agua. Pero en la caída se fracturó el cráneo. Uno de los tripulantes la vio sumergirse y la rescató tomándola de su largo pelo. Hubo 29 muertos. Naturalmente, Violeta no fue uno de ellos. Su destino final no estaba en el mar.
Siguió navegando hasta 1950.
Violeta Jessop, la mujer con la que el mar nunca pudo, murió en Inglaterra, en su casa de campo, rodeada de vegetación y animales. Tenía 84 años.