Nuevamente la ciudad va retomando su ritmo lento y apacible.
La rutina escolar marca el ritmo de la mayoría de las familias, que celebra el regreso a la presencialidad. Las caritas felices de los niños con sus relucientes guardapolvos nuevos y sus mochilas cargadas de útiles, junto a la ilusión de la nueva seño, con la que proyectarán y construirán muchos sueños.
Las calles aparecen limpias y despojadas. El vecino lugareño ya no se queda dando vueltas en el centro. Se dirige al lugar de destino, activa su estacionamiento gratuito, hace la compra y regresa a su hogar. Ya no se aprecian los vehículos estacionados muchas horas y hasta días en el sector céntrico, porque el estacionamiento medido y pago impone otras rutinas.
De igual manera el vecino hubo de acostumbrarse a las nuevas manos de las calles, ya que lenta y paulatinamente, el circuito de las calles de toda la ciudad va cambiando.
Más allá de la actual y urgente problemática de la vivienda permanente escasa, la gente visibiliza hoy otros temas, como la suba de precios constante en los productos alimenticios, la falta de empleo, la escasez de taxis, el cierre de comercios (la oferta se reduce en temporada baja), el cierre de hoteles, las escasas propuestas turísticas para que la gente elija a Monte Hermoso como una opción de fin de semana.
La playa recupera su espacio para los residentes estables. Tardes frescas pero soleadas. Las vistas de siempre de los mágicos atardeceres montermoseños. Tardes de reunión de amigos, cerveza y parlante de por medio de los jóvenes locales. La tarde de las amigas, mate de por medio. El almuerzo familiar con heladeritas y tejo. Actividades acuáticas, castillos para los niños, pelota para los jóvenes, tejo para los adultos, y el perrito. Ahora una gran presencia de perros en toda la extensión de la playa. Aunque se merecen el reconocimiento por su buena conducta, los dueños responsables que juntan sus heces y cuidan sus animalitos. Paradores iluminados y con licuados coloridos y aún veraniegos, acompañando wafles y propuestas dulces atractivas.
Por las noches, todavía algunos restaurantes abren sus puertas con una buena carta de menú con pescados y frutos de mar; siempre con buenas ensaladas y propuestas originales y únicas.
El centro, con su clásica propuesta de bares y restoranes que permanecen todo el año. Quizás la diferencia la marca la atención. Hoy las y los camareros dedican más tiempo y hay margen para la sonrisa en la atención.
Hoy los tiempos son otros: para no tener apuro en la estación de servicio, casi hasta para bajarse y tomarse un cafecito; ingresar a las tiendas o cualquier negocio y tener tiempo de elegir y probar. El retorno del estricto turno para que las farmacias permanezcan abierta y la facilidad para conseguir un taxi.
Lentamente, Monte Hermoso va retornando otro ritmo, el del resto del año.
Se respira esa tranquilidad. Se respira.