Desde su nacimiento la escuela ha sido una constante trabajadora, no solo en la educación de niños y jóvenes, sino también porque ha permitido superar muchas desigualdades en nuestro país.
En este nuevo contexto que nos atraviesa hoy por la emergencia sanitaria que nos llevó a la no presencialidad, salieron a la luz muy fuertemente grandes inequidades: económicas, sociales, culturales y estrictamente educativas.
Más allá de las presunciones que cada uno tenga, hemos escuchado numerosos testimonios que lo ilustran.
No solo se han hecho visible las diferencias en la posibilidad o no de acceder a la conexión virtual para recibir las clases, sino también en la disponibilidad de un dispositivo (PC, teléfono móvil, Tablet) para descargar las actividades, para ser parte de los grupos, para hacer las tareas en tiempo y forma, y en muchos aspecto más.
Muchas situaciones en este tiempo han puesto a la luz las desigualdades. Y esto nos permite coincidir con lo que dijo el ministro de Educación de la Nación Nicolás Trotta: “la casa es más desigual que la escuela”
Algunas cifras
Según la Encuesta de Percepción y Actitudes de la Población, realizada por UNICEF en el mes de abril:
• El 18% de las/os adolescentes no contaba con internet en sus hogares (21% en escuelas de gestión pública y 28% en destinatarios de la AUH)
• Un 37% no disponía de computadora o Tablet para la realización de las actividades escolares (44% en escuelas de gestión pública y 53% en población que recibe la AUH),
Unicef mostraba por el mes de Julio que el 45% de los hogares manifiesta que redujo sus ingresos a partir de la pandemia, porcentaje significativamente mayor en aquellos sectores vulnerables de la población, lo que tiene directa relación en la disponibilidad de un espacio físico y la capacidad de las familias de acompañar las tareas escolares.
Además, un tercio de los adolescentes mostraba algún tipo de sentimiento negativo frente a la pandemia (el 24,7% se siente asustado/a, el 26,8% angustiado/a y el 11,2% deprimido/a).
Aburrimiento, ansiedad, frustración, depresión, temor o angustia frente a la pérdida, falta de sentido o falta de futuro son sentimientos frecuentes en los tiempos que nos toca vivir.
Todos estos números son alarmantes y dejan en claro el rol insustituible de la escuela. Con el paso de los meses, además, la situación lejos de mejorar dio signos de empeoramiento.
Más allá de la vida social fuera del hogar de los adolescentes y jóvenes, que hoy no se satisface, tenemos que hablar también de la construcción de una subjetividad que no se está desarrollo en condiciones normales y que pone al adolescente en un estado de apatía, desinterés e improductividad
La exigencia de adaptarse a estos nuevos modos de vida (estar en casa, no tener vida social, no hacer deporte) les ha hecho perder a los jóvenes su oportunidad “del afuera” lo que los pone en contacto con sus pares.
Y en numerosas ocasiones a esto se suman los sentimientos de exigencia, de sobrecarga y de frustración que fácilmente se han desarrollado en los hogares de hoy, donde también los padres están desorientados y construyendo nuevas rutinas.
Las consecuencias de estas situaciones no solo alteran su cotidiano, sino que boicotean los lazos de amistad, desestructuran todo lo que se construye dentro de la escuela y pone en riesgo el fin de los ciclos como debe ser (por ejemplo la finalización de estudios de nivel primario o secundario) presentando incertidumbre ante lo que será el año próximo. No se pueden construir certezas sobre dudas y desconocimiento.
Pasando a un tema bastante más grave, esta crisis sanitaria también expuso a nuestros niños y jóvenes a situaciones de violencia, maltrato y abuso.
Estas alertas que a veces se encendían en las escuelas por la mirada atenta de las maestras y profesores que inmediatamente solicitaban ayuda a los equipos de orientación escolar, hoy están ausentes.
En este contexto, el confinamiento al interior de su casa aumenta todas esas situaciones conflictivas y no permite que el niño/adolescente reclame por la vulneración de sus derechos más básicos y cuiden de su propia vida que puede estar en riesgo.
Nuevamente se destaca la importancia de la escuela en estas problemáticas, que interviene oportunamente y en forma articulada con otros organismos defensores de estos derechos, cuya responsabilidad absoluta la tiene el Estado.
La importancia del regreso a la presencialidad
Hoy, cuando se dan los debates sobre el regreso a la presencialidad y cuando hay padres que dudan en enviar a sus hijos a clase, cuando se discuten los protocolos que les permitan a los chicos volver a las aulas, no estamos hablando únicamente de los conocimientos adquiridos o no.
Estamos hablando de esas cosas que, siendo tangenciales a la labor pedagógica, son sumamente importantes para la construcción subjetiva de nuestros niños, jóvenes y adolescentes.
Todo esto demuestra la importancia de la vuelta a clases, y resume los aspectos más esenciales de un mundo que excede en mucho lo que podamos comentar en estas líneas.
Esperamos que nuestro aporte sirva para las familias que tienen que tomar la decisión de enviar a sus hijos nuevamente a las aulas, y contribuya al debate social para favorecer una nueva “normalidad” del sistema educativo que tenga en cuenta todos estos factores.